Viaje al centro de la locura - 22 de Diciembre de 2012 - El Mercurio - Noticias - VLEX 412598902

Viaje al centro de la locura

Pero luego vino algo que podría describirse como un golpe del destino o mala suerte: un auto que lo atropella y el traumatismo encéfalo craneano, la pérdida de masa encefálica, la quebradura del fémur, el coma. Y lo que de allí despierta ya no es ese hombre como tú, como yo, sino que uno que veía doble, paseaba desnudo y hablaba inexplicablemente en inglés. Hasta que un día de mayo de 2008 viaja a Santiago a visitar a su madre y en un arranque de locura, la corta con un objeto cortopunzante, le da patadas y golpes de puños y termina de matarla a mordiscos. Luego, la acuesta en su cama y regresa a Iquique como si nada de esto hubiese sucedido.

Para la prensa, ese hombre es el Hannibal Lecter chileno. Para los siquiatras, un esquizofrénico. Para la justicia, inimputable y lo envía a cumplir su medida de protección -así se le llaman las condenas que cumplen los enfermos mentales- encerrado en una celda-habitación en la Unidad Forense de Alta Complejidad del Hospital Psiquiátrico Dr. Philippe Pinel de Putaendo, en pleno campo en la precordillera de la Quinta Región.

Unos jacarandá de flores azuladas flanquean la fachada del Psiquiátrico de Putaendo, un edificio de arquitectura clásica de tres pisos -construido en 1940 originalmente para tratar enfermos broncopulmonares-, cuyas murallas aún lucen las grietas amenazantes del 27-F. En los pasillos, revestidos de baldosas burdeo relucientes, se escucha el taconeo rápido y seguro de la doctora Iris Boisier, que sólo se detiene para arrancar carteles y avisos improvisados por los funcionarios que afean las paredes que ella se ha preocupado de decorar con arte y maceteros con plantas. La doctora Boisier, el pelo corto, con visos rubios, peinado perfectamente desordenado, el rostro maquillado, las joyas que brillan sobre su delantal blanco, conoce los recovecos de este hospital como si fuese su propia casa. De alguna manera lo ha sido. Llegó al Psiquiátrico siendo médico general en 1980, cuando aquí, para atender a sus más de 600 enfermos mentales crónicos, no había ningún psiquiatra; cuando este hospital funcionaba como un asilo, un botadero de seres que nadie quería tener en su casa.

-Algunos ni siquiera tenían diagnóstico, muchos de ellos no tenían fichas clínicas, varios ni siquiera tenían nombre - recuerda Iris Boisier, que regresó más tarde especializada en psiquiatría y, al tiempo, se convirtió en su directora.

Actualmente es la subdirectora médica del Servicio de Salud de Aconcagua. En su oficina en San Felipe hay una pantalla de computador pegada en la pared, que muestra decenas de íconos con forma de cama. Cada cama corresponde a un paciente del Psiquiátrico. Y cuando con su dedo índice toca una de esas camas, aparece la ficha, los exámenes, la historia clínica de cada uno.

Este hospital hace años que dejó de ser un asilo, cuando en 2002 se cerró la Unidad de Larga Estadía, aunque aún quedan unos 200 de estos pacientes históricos que no saldrán de acá sino en un ataúd.

-Se hizo todo lo posible para sacarlos, pero no pueden egresar porque ya tienen las secuelas de sus enfermedades no tratadas, y no están en condiciones conductuales para vivir en residencias protegidas -dice Boisier. Esas residencias, pagadas por el Estado y que son casas particulares de cualquier lugar de Chile, son donde ahora llegan los pacientes crónicos que sus familias no quieren recibir.

Hoy, el de Putaendo es el más moderno hospital psiquiátrico público del país, sobre todo por su Unidad Forense, única en Chile, para periciar, tratar e intentar rehabilitar enfermos mentales que han cometido delitos horrendos, como ese hombre atropellado que mató a su madre a golpes y mordiscos. O como Rodrigo Orias, el joven de Coyhaique que en un brote de esquizofrenia, preso de delirios satánicos, el 24 de julio de 2004 acuchilló al cura Faustino Gazziero en la Catedral de Santiago. De no haber muerto, es probable que Óscar López Rodríguez, el asesino de Lolol, quien degolló a dos personas en su tienda de antigüedades en julio pasado, hubiese terminado aquí. Lo mismo Francisco Ramírez Alvarado, el pediatra de Curicó que en agosto asesinó a balazos a sus tres hijos antes de suicidarse. Eso, si en la pericia hubiesen sido considerados enfermos mentales y no simples delincuentes.

Los habitantes de Putaendo, sin embargo, no estuvieron de acuerdo con la instalación de la Unidad Forense.

-El pueblo se nos vino en contra en...

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