Había una vez un festival - 18 de Septiembre de 2022 - El Mercurio - Noticias - VLEX 910634328

Había una vez un festival

C uando el bus del aeropuerto comenzó a adentrarse en el centro de Edimburgo, entre edificios marrones y grises, construidos unos junto a otros con la precisión de un reloj, la panorámica era asombrosa: la avenida principal se abrió hacia una estructura colosal, de 61 metros de altura. Estaba frente al segundo monumento más grande del mundo en homenaje a un escritor, el famoso sir Walter Scott.El padre de la novela histórica es una figura preponderante en Escocia, país que le reconoce el mérito de haberlo puesto otra vez en el mapa cultural mundial a través de sus obras.De pie en la vereda, me quedé admirando el monumento que contrastaba con los antiguos edificios, hasta que llegó Martín, un amigo chileno que hace dos años ganó una beca y migró a la capital escocesa para hacer un doctorado.-!No puedo creer lo bonito que es esto¡-Y llegaste justo a tiempo -dijo Martín-. El festival acaba de empezar.De fantasmas y seres mágicosEmprendimos camino a su departamento, arrastrando mi maleta por las calles adoquinadas de la ciudad. Mientras más avanzábamos, más crecía la aglomeración de personas y más se llenaba el aire de sonidos. A veces eran gaitas. Otras veces, se trataba de guitarras. O de declamaciones. O de cánticos de todo tipo.Un hombre se acercó y entregó un panfleto mientras explicaba que habría un show esa misma noche, justo en el bar junto al que estábamos pasando. Tan solo unos metros más adelante, otro tipo maquillado y vestido al estilo de Chaplin nos paró en la calle para invitarnos a un stand-up comedy gratuito.Era evidente: en Edimburgo es época de festival. Y nada menos que del festival de arte alternativo más importante del mundo, cuya misión es apoyar especialmente a los artistas independientes. Una buena razón para llegar en agosto a la capital escocesa. Durante todo ese mes, esta ciudad cambia prácticamente su rutina completa para recibir a artistas de todas partes del mundo y pone las iglesias, universidades, bares, parques y calles, entre otras áreas, al servicio de estos, para que se presenten y muestren su trabajo.Al principio, parecía curioso que hubiera espectáculos dentro de iglesias. Pero pronto me daría cuenta de que esto es absolutamente normal en una ciudad en la que incluso los cementerios se usan como parques de acceso público. Los habitantes de Edimburgo pasean, hacen pícnics y socializan entre las lápidas, como si estuvieran acomodados bajos los árboles del Parque Forestal.Por eso mismo no resulta extraño que...

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