LA ÚLTIMA FRONTERA DEL MONTAÑISMO
Pero decirlo así es decir poco.
En rigor, Carlos Soria es actualmente el hombre tras un récord tan admirable como envidiable: es el montañista de más edad en alcanzar 11 "ochomiles", un registro que comenzó en 1990, cuando llegó a la cumbre del Nanga Parbat a los 51 años. Una década más tarde, Soria -uno de los pioneros del alpinismo en España, una leyenda completamente vigente en el circuito- empezaba una tarea que para ese entonces podía sonar, a lo menos, improbable: el español quería subirlos todos, los 14 "ochomiles", a una edad en que la mayoría de los hombres de montaña -y las personas en general- ya han descartado los retos demasiado grandes. Así, escaló el Gasherbrum II a los 55 años, el Cho Oyu a los 60, el Everest a los 62, el K2 cuando tenía 65, la cumbre central del Shisha Pangma al año siguiente, el Broad Peak a los 68 y el Makalu a los 69. Cumplidos los 70, sumó el Gasherbrum I, el Manaslu el año siguiente y el Lhotse a los 72. Su último logro fue el Kanchenjunga, con 75 años.
Ahora mismo, al teléfono desde el campamento base del Annapurna, con el reto de conquistar una de las montañas más temibles por delante (al cierre de esta edición, el pronóstico climático indicaba que en los siguientes días podría producirse la "ventana" esperada), Soria se escucha tranquilo. Si tiene éxito ahí, intentará el paso siguiente prácticamente de inmediato: otra cumbre, su treceavo "ochomil", el Dhaulagiri, hacia mediados de mayo.
Así, en la cuenta de Soria quedaría solo una cumbre pendiente, la principal del Shisha Pangma.
Y con todo eso por delante, Carlos Soria solo dice que está preparado, que la única gran molestia que ha tenido -a principios de año- y que le vuelve de vez en cuando, su rodilla izquierda, está bien. "No es gran molestia, la verdad", asegura. Nada que no pueda resolver con los ejercicios diarios que practican él y el equipo que lo acompaña en el campamento base mientras esperan.
Entonces, Carlos Soria, español, 77 años, jubilado, el hombre de mayor edad en el mundo en subir las cumbres absolutas, transmite experiencia, calma y -a la vez- algo que podría definirse como una ardiente paciencia. Está listo para lograrlo. "Para hacer lo que más me gusta hacer".
Pero decirlo así es decir poco.
Carlos Soria tenía apenas 14 años cuando comenzó sus primeras escaladas. La sola idea de subir montañas por entonces era una rareza, recuerda hoy. Nadie en su entorno -una familia más bien pobre de Ávila, en Castilla y León- era particularmente aficionado a las actividades al aire libre. Ni a la naturaleza siquiera. Y la escalada era una disciplina prácticamente desconocida en España. "Vivía en una pequeña casa. Algunas veces he pensado que necesitaba espacio. Lo que más me gustaba de niño no era estar en la ciudad; a mí lo que me apetecía era estar en espacios abiertos", dice Carlos: "Cuando conocí la montaña, eso me maravilló. Me pareció que era lo mío".
Con su amigo Antonio Riaño realizó su primera salida a la Sierra de Guadarrama (entre Madrid y Segovia), en lo que sería el...
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