Ulises desenganado. - Núm. 43, Junio 2007 - Cyber Humanitatis - Libros y Revistas - VLEX 634506805

Ulises desenganado.

AutorMorales, Enrique
CargoPoemas

Ulises desengañado a D.F. y A.B. Asoma el recuerdo de esos relatos viniendo de las rodillas, las dos piernas sobre las que gateaba y que hoy, mediante un truco, mi memoria transformó en bastón. Estoy en la carretera, la cara de la montaña me interroga, respondo, paso como el salto de un soldado en Los Andes. ¿,De qué otro modo podría haber comenzado este viaje? I Querida mía: después de horas de burocracia y un poco de astucia atravesé los muros de la cordillera. Ahora estoy en la ciudad, me detengo en una mesa, la calle está fresca y un poco tambaleante. Recientemente han pasado pies y gritos de protesta, pero hoy domingo tuvieron una pausa para matar una vaca. Tengo sed de ver a esa gente esperando en la plaza, frente a la guardia, pero sólo están unos que rezan al aire libre. Hace poco, por aquí caminaban mujeres de pasos sensuales y perfumados, hacia un encuentro en el parque o a las orillas del río cuando la música y el aroma del café posaban de clásicos. Qué maravilla la que aquí duerme, pero no la despertaremos tu y yo, los encargados de remecerla serán otros con pasos de imperio y ojos de luciérnaga. II Cruzo el río, a buscar el rostro de los montevideanos, pero como una broma escolar, se ocultan para el retrato: una mampara de metal los rodea "en reparaciones". Los que sí aparecen son niños tuertos, cojos y mancos, monstruos de adultos. Suben a los autobuses con voz apagada, pidiendo. Las miradas de unos pasajeros se fijan a lo lejos, otros las posan sobre esas mujercitas tan adorables, tan deseables por un par de monedas. La peste de toda ciudad habita en el lenguaje, con precisión y eficiencia de gestos reflejos, dictando el ritmo de la sed. &Sólo quedan entonces huellas hacia donde las sirenas reinan? Al amanecer, una humedad cruza con aroma dulce la ciudad. En la playa, el viento acerca el mar enturbiado por la fuerza incontestable del río. III Día cuarto. Hasta aquí el viaje trazado. Aunque no puedo negar el enorme parecido de mis compañeros con los lotófagos mientras observan el camino o duermen la siesta, de ningún modo con ellos podría ir a la deriva o esperar una aventura. IV Nos dirigimos al norte a un puerto que llaman Alegre. Aquí, la tierra tiene color de sangre y la sangre de algunos está cubierta de tierra. Su lengua me extraña, su alegría también. Es carnaval y retoco mi disfraz. La mano de un viejo amor me recibe. ¿Qué mano tocó el Amor? ¿,Qué...

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