Turner: Romanticismo y abstracción - 7 de Abril de 2019 - El Mercurio - Noticias - VLEX 775494089

Turner: Romanticismo y abstracción

Inmensa fue la producción de pinturas al agua del romántico británico J.M.W. Turner (1775-1851). Proveniente del Museo Tate, una selección de 85 de ellas se está presentando en una de las dos salas principales del Centro Cultural La Moneda. Allí, a la bienvenida depuración del montaje se suma un catálogo que se hace admirar: frente a su volumen sorprende la ligereza de su peso físico, atributo este tan adecuado para un catálogo sobre acuarelas. En cuanto a la exhibición misma, podemos apreciar, paso a paso, la evolución creadora del artista. Si bien sus trabajos tempranos pertenecen mayoritariamente a la tradición de finales del siglo XVIII, ya el ánimo romántico y la voluntad de búsqueda los empapa. Cinco años después se afianzan los cambios exploratorios. Así, luego de un paisaje con árbol (1791) de clara influencia rococó -acaso, hasta con algo de tapicería dieciochesca-, luego de una desvaída ilustración -El Panteón después del incendio (1792)-, luego de una lámina costumbrista con sabor holandés y de un molino a lo Rembrandt, contemplamos el dramático Claro de luna sobre el mar. Ahí un muy personal romanticismo hace de la luz el gran personaje, que hasta llega a sugerirnos ámbitos no figurativos, anunciadores de la abstracción informalista del siglo XX. Todavía dieciochescos, el paisaje de Richmond y Vista de la Abadía de Fonthill recobran en parte lo reconocible. A la vez, anuncian ambos la pronta magnificación de una naturaleza capaz de anular las figuras humanas y sus edificios. La contemporánea Catedral de Durham mira, en cambio, hacia atrás, dibujando con maestría los juegos habituales de claroscuro en relación las complejidades arquitectónicas.Los inicios del siglo XIX dejan ver ya, por entero, esas topografías terrestres y esos cielos que alcanzan a convertir construcciones y hombres en simples concurrencias marginales. Por ejemplo, tenemos obras como la que porta una multitud de bailarines, como la del Ejército bardo destruido, como Syon House, como El vado. Al mismo tiempo, estos dos últimos trabajos recogen, al igual que otros -las dos vistas del Támesis, Puente y cabras-, la influencia de Claude Lorraine y sus curvilíneas vegetaciones. Por su parte, hacia la década del 1810, ciertas pinturas ostentan cualidades particulares: Navío sobre el río Tamar y la sutileza del rayo de luz que atraviesa un costado de su mitad inferior; El Faro de Eddystone, donde debe adivinarse la presencia del edificio en medio de la bruma de nubes y...

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