La travesía en el desierto de Felipe Berríos - 11 de Julio de 2015 - El Mercurio - Noticias - VLEX 577658038

La travesía en el desierto de Felipe Berríos

Hace poco, en algunas de estas casas no había siquiera baño. Con la construcción de mediaguas, la directiva de Luz Divina exigió que todas tuvieran uno. También pusieron cables de luz bien instalados para que los niños no se electrocutaran, y agua, que llega en camiones aljibes. Es parte de lo que ha podido ayudar a hacer el sacerdote jesuita Felipe Berríos, junto con la comunidad, desde que llegó en enero a vivir aquí.

-¿Qué meta se puso al llegar a La Chimba?

-Primero, yo no estoy acá trabajando. Mi proyecto es vivir acá. Cuando vienes a hacer algo, de alguna manera no perteneces al lugar, pero es diferente cuando vienes a vivir: vengo a meterme con la gente, a hacer mías las preocupaciones de ellos, a apoyar en lo que son sus necesidades.

-¿Qué de lo que escucha aquí es radicalmente distinto de lo de África (estuvo durante cuatro años en Burundi y el Congo trabajando con refugiados de ambos países)?

-A ver, son dos clases de pobreza. Allá es una pobreza sin consumo. Entonces, no hay basura, y la gente vive como marginada del mundo. Mientras que esta es una pobreza de consumo, es una que la crea la sociedad de consumo.

-¿Por qué?

-Porque para que haya mayor consumo y producción, necesitas ir botando cosas. Si nadie cambia de televisor y de refrigerador, no hay necesidad de comprar, y la sociedad requiere decirte que necesitas algo nuevo y se bota lo viejo. Y se van acumulando estos basurales. Y gente a la que se mira como basura.

"La pobreza hoy es con cosas. Todo lo que yo tengo en esta casa, el televisor, los sillones, el refrigerador, todo, es sacado de la basura, y podría sacar muchas más. Eso hace perder agilidad: estar lleno de cosas y a la vez, desear más cosas, porque se supone que con eso me igualo a los demás y soy feliz. Y eso crea una insatisfacción tremenda, porque vives marginado igual. Por eso, lo que trato de hablar y reflexionar con la gente es que hoy el rico no es el que tiene cosas, sino el que es capaz de decir: no necesito más, puedo vivir con lo que tengo".

Hay un ruido en la mediagua. Es su perra, "Tiñi" -le dicen así porque tenía tiña- que ya hizo un túnel en la tierra para entrar a la casa, y se adueñó de un sillón. Berríos dice que ella lo adoptó a él, y que es la típica perra de campamento, una sobreviviente, que desaparece por días cuando ve que él la quiere bañar. En su librero -qué el construyó y que separa su cama del comedor- tiene libros y películas, velas, recuerdos que le han dado en el campamento, y cosas de la basura que quiere reciclar.

"Este es un lugar ideal para mí, porque había terreno, estaba todo el desafío de los inmigrantes, una comunidad jesuita, y está aquí un arzobispo de primera (Pablo Lizama), el último de los obispos de la vieja ola, digamos, sencillo y metido con la gente. Ahora, lo que he aprendido acá es que vivir en campamento significa no tener independencia, ni mucha intimidad, ni autonomía, y eso me ha costado. Aprender a estar disponible y al ritmo de la gente".

Políticos con boletas

Tocan la puerta trasera. Una mujer le trae un plato hondo con cazuela de pollo, tapado con otro plato. Cuenta que las vecinas se turnan para dejarle el almuerzo. "Desde que llegué, no he cocinado ni un huevo".

"Al estar en La Chimba, ojos que no miraban para acá, miraron y la tomaron en cuenta, y La Chimba hizo ruido. Pero no es que yo haya hecho las cosas. Hay que trabajar con la gente y fortalecer su organización, porque entre lo legal y lo ilegal, hay un camino intermedio, que es lo formal. Puede que vivir en una toma no sea legal, pero se puede vivir en una calle limpia, con luminarias, humanamente, y mientras más humanamente vivan esas personas, mayor posibilidad de diálogo con las autoridades y mejor convivencia... No necesitan que vengan sabios a darles fórmulas, sino que se los escuche".

Aparte de las mejoras notorias en luz, orden de los pasajes, limpieza, hicieron una votación dentro del campamento y se aprobó por mayoría un reglamento de convivencia de 15 puntos, que van desde no vender alcohol ni droga hasta limpiar el campamento los sábados y tener tolerancia al conversar, pasando por preocuparse de sus mascotas y respetar el volumen de la música.

También vienen muchas personas de Antofagasta y de Santiago para conversar proyectos con él, "con ganas de hacer cosas, pero tal vez faltan los cauces...

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