Trabajar al estilo Silicon Valley - 13 de Enero de 2015 - El Mercurio - Noticias - VLEX 552393222

Trabajar al estilo Silicon Valley

Es una especie de carrera armamentista la que se libra en Silicon Valley. Una empresa comienza a ofrecer comida gratis; las demás igualan y doblan, cual juego de apuestas. Y la lista de beneficios cada día tiene menos límites. Algunas compañías han comenzado a costear parte de los procesos de congelación y mantenimiento de óvulos para aquellas empleadas que quieran retrasar durante algunos años la llegada de los hijos. Facebook cuenta con este beneficio desde enero de 2014 y Apple comenzará a ofrecerlo desde ahora. Es un beneficio bastante más costoso que las clases de yoga o los almuerzos gourmet: cada toma de muestras -y se recomiendan al menos dos- cuesta cerca de diez mil dólares. Eso, sin contar los más de quinientos que hay que pagar al año por mantenerlos.

Era una nueva frontera y algunos la celebraron con entusiasmo: como un intento por parte de estas empresas de atraer más talento femenino. Efectivamente, las mujeres alcanzan su clímax reproductivo durante años que son clave para su desarrollo profesional. De hecho, hay quienes comparan la congelación de óvulos con la revolución que en su momento produjo la píldora anticonceptiva. "Congela tus óvulos; libera tu carrera", proclamaba la portada de Bloomberg Business en su edición de abril.

Pero otros reaccionaron con más escepticismo. En el aire quedó dando vueltas la pregunta de qué pasará con esas empleadas una vez que descongelen esos óvulos y nazcan los niños. Porque si lo que se quiere es atraer a más mujeres a la híper masculinizada industria tecnológica, ¿conseguirá esta política lo que ni el Chief Happiness Officer ni el servicio de conserjería ni los acarreos en bus han logrado instaurar?

En el bus que la traslada a su casa, Carrie Tang murmura. Son cerca de las siete de la tarde y me dice que hablará en voz baja. Tang, quien me pidió que le cambiara el nombre, trabaja en Silicon Valley para una empresa de tecnología. Lleva catorce años en la industria.

En su empresa es parte de una minoría. Me cuenta que en el área de control de calidad, por ejemplo, diez de los cerca de cuarenta empleados son mujeres. La presencia femenina es aún más escasa en el ámbito del desarrollo de software: apenas hay dos mujeres dentro de los casi cien empleados que trabajan ahí. Tang no está diciendo nada nuevo: así pasa en la mayor parte de las compañías de la zona. En Google, la más progresista, el empleo femenino no alcanza el 30 por ciento, y eso incluyendo áreas como servicio al cliente y relaciones públicas.

Quizás por eso pareció un requerimiento algo inusual cuando al acercarse el nacimiento de su primera hija, Tang quiso tomarse un posnatal, dos años atrás. En los seis años que llevaba trabajando para esta compañía, fue la primera de su equipo en pedirlo. Tan excepcional parecía la idea, que su petición no pudo ser aprobada por el mánager a cargo, sino que debió escalar hasta uno de los directores de la empresa. Finalmente, consiguió permiso para ausentarse durante tres meses, en total, juntando días de vacaciones y con paga parcial.

Cuando regresó le costó encajar:

-Antes de tener a mi hija, hubiera pensado que siendo Silicon Valley un lugar tan progresista no acarrearía ninguna consecuencia. Pero desde que volví al trabajo veo que no cuento con el mismo apoyo que antes para seguir avanzando en mi carrera; hay mucho menos gente dispuesta a ser el mentor de una mujer que es mamá.

Lo piensa por unos segundos y dice:

-Lo que yo veo es que existe muchísima gente dispuesta a apoyar a las mujeres jóvenes; el problema es que muchas de la generación anterior, que ya están más establecidas en sus carreras, o no tuvieron hijos o los tuvieron hace bastante tiempo. Entonces siento que no entienden la manera en que nuestra generación cría a sus hijos. La presión es muy distinta que hace veinte años.

No solo es más exigente, opina ella, pensando en las clases de natación, de música, las lecturas de libros y la exigencia de aprender otro idioma. Esta generación es diferente, dice, porque los hombres están muchísimo más involucrados en la crianza de los niños. Su marido, sin ir más lejos: él va a dejar a su hija al colegio; él la pasa a buscar; él comienza a preparar la comida, mientras ella todavía va en el bus de la empresa, de vuelta a casa.

-Honestamente, la presión está ahí también para ellos. En mi división yo comencé...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR