Un toro mexicano en el Himalaya - 4 de Diciembre de 2011 - El Mercurio - Noticias - VLEX 336399890

Un toro mexicano en el Himalaya

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La historia dice que Carlos Carsolio conquistó su primera cumbre cuando aún estaba flotando en la panza de su madre, Victoria Larrea. Ella, montañista aficionada, en pleno embarazo alcanzó los 5.220 metros del volcán Iztaccíhuatl, una de las cimas emblemáticas de Ciudad de México, desatendiendo así los consejos de su médico, quien le había advertido los peligros que eso podría acarrear para su hijo.

Está claro que nada malo ocurrió.

Lo que vino luego fue sólo el comienzo de una de las mayores leyendas del alpinismo mundial. Exactamente 34 años después, Carsolio se convirtió en el primer latinoamericano -y cuarto montañista, tras los míticos Reinhold Messner, Jerzy Kukuczka y Erhard Loretan- en escalar los 14 ochomiles del Himalaya, las montañas más altas del planeta.

Pero no sólo eso: lo hizo abriendo varias rutas de escalada hasta hoy no superadas. Como el ascenso por la cara sur del Nanga Parbat, que consiguió en 1985. O la conquista en solitario del Broad Peak, realizada en 1994 por un camino que, por cierto, ahora se llama "ruta Carlos Carsolio".

Hoy, a los 48 años, el "toro mexicano del Himalaya" -apodado así por el fallecido escalador polaco Jerzy Kukuczka, impresionado por su gran capacidad física- dejó las grandes paredes verticales y ya no es tan fácil encontrarlo como antes. Ya no pasa horas con las manos sumergidas en cubetas de hielo, como alguna vez lo hizo para adaptarse al frío glaciar de las montañas. Ya no busca alcanzar esos supremos estados de conciencia. Hoy -ingeniero civil, dos matrimonios, cinco hijos- es un hombre de negocios que usa terno la mayor parte del día, vive en reuniones o viaja en moto para esquivar el tráfico de la inconmensurable Ciudad de México.

En una agradable tarde en un restorán del barrio de Santa Fe, en la parte alta de la capital mexicana, me encuentro con Carlos Carsolio. Acaba de llegar en moto desde Valle de Bravo -un sitio rodeado de naturaleza, en la vecina ciudad de Toluca, donde vive hace varios años- y saluda con una sonrisa. Es moreno, bajo y -su rasgo más llamativo- de gruesa contextura. Parece un toro, en verdad.

"Comencé escalando en los alrededores de Ciudad de México. Muchas veces lo hacía solo. Por alguna razón siempre me gustó estar solo y así iba, para tener un contacto más estrecho con la montaña. Yo entendía que era muy peligroso, pero por lo mismo tenía que entrenar muy bien. Mi ilusión era escalar las grandes paredes, el Eiger, el Rupal. Fue un entrenamiento muy obsesivo por los niveles de riesgo. Yo soy el mayor de siete hermanos y a veces iba con ellos. Cuando subíamos a los volcanes, nos metíamos a las grietas, jalábamos la cuerda y nos dedicábamos a salir de ellas. A...

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