Tomás después de Tomás - 15 de Diciembre de 2012 - El Mercurio - Noticias - VLEX 411075262

Tomás después de Tomás

-¿No han pedido?- dice la madre.

-Pero, mamá, por último un gatorade y me voy a almorzar a la casa.

-Tenemos que ir al Museo de la moda ahora.

-¿Ahora?

-En eso quedamos, pues.

-No. Quedamos en que a la vuelta.

-Tommy, estái traspapelao.

-¿Podemos discutirlo después?

Apenas su madre se da vuelta a buscar al mozo, Tomás González, el gimnasta, con el rostro colorado, el cuerpo aún traspirado tras varias horas de entrenamiento, cansado, hambriento y con sed, hace un gesto de fastidio.

-¿Cómo te llevas con tu mamá?

-Eh, bien, pero es un poco intensa, demasiado, pero, ¿de qué estábamos hablando?

Siete meses antes de los Juegos Olímpicos de Londres, Tomás González se fue de la casa de sus padres a vivir solo en un pequeño departamento de una habitación y cocina americana.

El ladrido de los perros y el teléfono que no paraba de sonar no lo dejaban dormir la siesta, es la explicación de su madre, que no quería que se fuera hasta después de los Juego Olímpicos.

La de él es diferente: -Necesitaba independencia. En la casa con mi mamá uno no descansa porque siempre está hablando del mismo tema. Necesitaba un lugar donde llegar, y acostarme y relajarme y no estar pendiente o hablando con alguien de la gimnasia, de las competencias.

La madre no pudo detenerlo, pero antes de partir, lo obligó a cocinarle a toda la familia durante una semana para asegurarse de que iba a ser capaz de alimentarse bien.

Tomás González acaba de cumplir 27 años. En marzo retomará sus estudios congelados de kinesiología en la U. Finis Terrae. Se acaba de tomar unas vacaciones en un lugar que su madre no quiere que se sepa, donde intentará desconectarse de la gimnasia.

Desde que se instaló en la mente del mejor gimnasta chileno de todos los tiempos, o el único verdaderamente profesional que ha salido de Chile, clasificar a los Juegos Olímpicos de Londres, su madre no sólo supervisó su alimentación, sino que se convirtió en su mánager. Tomás depende completamente de ella.

-Es tan facilitadora mi gestión, es tan cómodo, que de otra manera él no hubiera llegado, te lo doy por firmado: no hubiera llegado- dice la madre.

Ella se encarga de negociar los contratos, buscar auspiciadores y decide si da o no entrevistas, supervisa la calidad del papel de la publicación, y cuáles son los temas que éstas tienen que tratar. Para esta en particular tenía en mente resaltar la labor social de su hijo, que cuando no está haciendo piruetas sobre la paralela, hace visitas a colegios, a niños del Sename para aprovechar su liderazgo e incentivar la gimnasia en los niños, y da charlas motivacionales en empresas e instituciones.

Esta es la manera que ha encontrado de reinventarse, aprovechando su minuto de fama, cuando su futuro en la gimnasia, después de haber obtenido un doble cuarto lugar en Londres, no se vislumbra tan claro.

-Al principio no sabía si seguir, pero encontraba raro retirarme estando justo en mi mejor minuto deportivo. Encontraba que iba a ser muy drástico dejar la gimnasia de un día a otro estando en mi mejor forma.

-¿No regresar con una medalla de los JJ.OO. fue frustrante?

-No. Me siento orgulloso porque cumplí mi meta. Siempre dije que mi objetivo era pasar a una final. Casi logré medalla pero para mí no es una derrota, siempre me sentí un triunfador. Desde que clasifiqué me sentí un triunfador. Sentí que me puedo morir feliz. Además, por el hecho de haber salido cuarto, me dan más ganas de seguir. Si hubiese salido, primero, segundo o tercero, me habría complicado con qué iba a ser de mi vida después.

-¿Qué te dijo...

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