Los tesoros de los fiordos de Hornopirén - 16 de Enero de 2022 - El Mercurio - Noticias - VLEX 881598715

Los tesoros de los fiordos de Hornopirén

E n el terminal de buses de Puerto Montt no había más que caras somnolientas. A las 7 de la mañana, la oficina de Kemel Bus, una de las únicas empresas que llegan a Hornopirén, estaba vacía. Frente al vidrio que separa el mesón de ventas de los pasajeros, una decena de personas se amontonaba para hacer una fila inútil. Nadie parecía haberse fijado en el papel impreso pegado junto a la ventanilla que decía "Salidas a Hornopirén: de lunes a sábado, a las 8 y a las 13:30, desde el andén 32 al 42. Había que armarse de paciencia.El bus amarillo llegó puntual. Mientras subíamos, un señor ya acomodado hacia el final del pasillo cantaba cumbias con su guitarra. "Si en rezando una oración estabas tú, / ¿cómo te voy a olvidar? / ¿Cómo te voy a olvidar?". Lo desafinado no impidió que el sueño hiciera lo suyo.Desde luego, el cantante ya no se escuchaba mientras entrábamos por la calle principal de Hornopirén. En cambio, lo que llenaba el ambiente era un sol primaveral que pintaba las cumbres de los cerros que flanqueaban la ruta, y que nos siguió mientras caminábamos con Alexandra, Andrés y Francisco hacia el puerto, donde esperaba el velero que nos llevaría al verdadero viaje que veníamos planeando hace meses: un recorrido por la zona de canales y fiordos que separa a la isla grande de Chiloé del resto del continente.Pero antes de continuar, debería explicar que la llegada por tierra fue producto de un percance. Lo que originalmente iba a ser un zarpe desde la propia marina de Puerto Montt, se tuvo que trasladar por carretera 106 kilómetros al sur debido al clima de esos días. Eso significó dejar atrás el paso por Calbuco y por la isla Puluqui o Chidhuapi, para evitar los efectos de enfrentar las tormentas del golfo de Ancud con una nueva "tripulación" que poco conocía de viajes marinos.Habíamos tomado esa decisión por sugerencia del capitán Sergio Guzmán unos días antes, y sería nuestro primer aprendizaje sobre lo que es la vida de mar en los fiordos: absolutamente todo depende de las condiciones de la naturaleza.En el pequeño puerto de Hornopirén, los trabajadores de un pesquero mediano descargaban grandes cajas de plástico naranja. Alrededor, aves -gaviotas, pelícanos-, un perro callejero gordito, un café sencillo y, varios metros más allá, Boyero, el velero del proyecto Sailing Patagonia que nos llevaría.También de lejos saludaba Josefina Bazán, fundadora de Sailing, mientras su pareja, el capitán Sergio Guzmán, se acercaba al muelle en una lancha a motor.De camino al velero, era fácil tocar el mar con la yema de los dedos. Así de cerca nos encontrábamos.Josefina tiene 44 años. Es delgada y atlética; kinesióloga de profesión y naturalista autodidacta. Sergio tiene 56, a veces es callado, prácticamente no toma alcohol, es agrónomo y está enamorado del agua. Ambos son santiaguinos que se trasladaron hace años a Puerto Varas, y comparten este velero de 44 pies, al que en 2016 bautizaron con su nombre actual, Boyero, para recordar a dos perritos de esa raza que tuvieron alguna vez.Cuando nos encontramos, la pareja había pasado varios días en alta mar. De hecho, estuvieron la Navidad solos, navegando. Y parecían satisfechos con tener algo de compañía, así que nos esperaban con un picoteo de frutas, quesos y papas fritas.Luego sería el momento de conocer el nuevo hogar. A medida que contaban su propia historia con el velero, recorríamos los rincones y recovecos del Boyero. Vimos sus tres dormitorios con cama de dos plazas cada uno. Los muebles de madera cuidadosamente ordenados...

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