Ten cuidado con Coromuel - 28 de Mayo de 2017 - El Mercurio - Noticias - VLEX 680120193

Ten cuidado con Coromuel

El lugar, ahora, era la ruta 19: una pista amplia de cemento, detrás de las colinas desérticas y costeras de Baja California Sur, que une los pueblos del último rincón de esa esquina de México.

Aunque por la ventana se leían carteles que a veces confundían eso. A la altura de un pueblo llamado El Pescadero había uno a la izquierda que decía que en un rancho más adentro se podía correr en motos quads, y a la derecha, más adelante, otro anunciaba un sports bar, y lo que sorprendía no era eso sino que algo más: ambos anunciaban sus servicios en inglés. La noción de estar muy cerca -demasiado- de Estados Unidos solo comenzaba a perderse después de pasar por Todos Santos, pueblo que es como un oasis de 6 mil habitantes donde antes hubo pescadores y casas de madera que casi desaparecieron para siempre por las tres pestes (sífilis, viruela y sarampión) que esa comunidad enfrentó entre 1742 y 1748 por la presencia de los españoles. Pero ahora sobrevivía como un pueblo típico de adoquines e iglesias antiguas que muchos gringos jubilados visitaban por dos razones: la posibilidad de comprar una casa donde esquivar los inviernos de Estados Unidos -hay viviendas que cuestan desde 180 mil al millón de dólares- y el mito del Hotel California, un edificio terracota donde, dice la leyenda, The Eagles se habría inspirado para componer la canción del mismo nombre.

Pero ahora, en el lobby, un funcionario del hotel dice que no es así. Que no hay ninguna relación y que tal vez uno de cada 300 pasajeros que llega pregunta por la canción que la banda de Los Angeles popularizó en 1977. Afuera un transeúnte explica la confusión. La semana pasada, la primera de mayo, The Eagles demandó al hotel por usar el nombre de su canción más popular sin su consentimiento. Este día, eso no pasaba de ser una anécdota, porque en la tarde, cuando el calor de 33 grados aún no cedía, llegamos a La Paz. Después de rodear una bahía donde hay un terminal de gas natural licuado, poblaciones que se han ido metiendo cada vez más en el desierto y el terreno de una planta termoeléctrica, lo que se ve es esto: un malecón de 7 kilómetros que divide la arena de una playa diminuta con el pavimento del Paseo Álvaro Obregón, donde además de los bares, restoranes y pequeños hoteles, la sorpresa es que aún quedan casas.

Víctor, el funcionario de la Secretaría de Turismo de La Paz, que me acompaña, ha vivido toda su vida aquí. Y en esos 32 años, dice, en estas casas siempre han vivido los mismos. Esa familiaridad de ciudad chica, donde habitan unas 251 mil personas, se siente de entrada. A Víctor lo saluda un garzón de un local de mariscos frente al malecón, porque era compañero suyo en la escuela, y más cerca del centro otro tipo lo detiene por la espalda, de improvisto: era un compañero de...

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