El tejido de su vida
-¿Quién es?... No, no. Pero dígame quién es.
Cuelga. Y al aire dice:
-Esta gente que llama para vender cualquier tontera. Yo ya los trato mal.
Vuelve a sentarse, toma unos palillos y teje a crochet, mientras cuenta parte de su historia.
María Inés Solimano Roura, reconocida diseñadora nacional, dedicada por años a confeccionar ropa artesanal y a vestir a generaciones de novias con sus vestidos a crochet. Una mujer independiente, que mediante sus diseños genuinos se transformó en una de las creadoras más reconocidas -y todavía vigentes- del proyecto de la moda autóctona, que a fines de los 60 revolucionó la moda chilena.
Mujer independiente
Cuando todavía no cumplía los 5 años, ya había desarrollado su gusto por el arte. Creció en un ambiente festivo, en su casa ubicada en Pedro de Valdivia, insertada en la vida cultural santiaguina y rodeada de personajes de la cultura nacional. Su padre, Manuel Solimano, un inmigrante italiano, dedicado a la venta de automóviles, era amigo cercano de Pablo Neruda y a través de él conoció a otros escritores y artistas, como José Donoso y el poeta Tomás Lago.
-La casa pasaba llena de gente conocida, además se escuchaba música clásica y se leían buenos libros, así que tanto yo como mi hermano Iván crecimos en un entorno intelectual muy rico.
Su madre, Inés Roura, era una mujer cariñosa y alegre, que tuvo una participación activa en el MEMCH (Movimiento de Emancipación de la mujer chilena) y en los grupos que buscaban la aprobación del voto femenino en los años 30.
Además, su abuela materna, Carolina, quien le enseñó a tejer, era madre soltera de dos hijas, liberal y muy independiente para la época. De estas dos mujeres, María Inés aprendió que ella tenía los mismos derechos y deberes que los hombres. De hecho en los 60 se declaró feminista y leía a Simone de Beauvoir junto a sus amigas.
Para los padres de la diseñadora, la educación era esencial. Por eso Solimano pasó por varios colegios. Primero estudió en el Nido de Águilas, luego lo hizo en La Maisonnette. De este establecimiento fue expulsada en cuarto básico. Las monjas del colegio la obligaron a hacer la primera comunión, pero ella se negó. Ya a esa edad estaba segura de que no quería seguir la religión católica.
Después se fue a una escuela pública, La República del Ecuador. Luego se cambió al Liceo Manuel de Salas y finalmente, al Liceo 7 de señoritas.
-Ahí me estuve moviendo en escuelas públicas y privadas, gracias a eso aprendí mucho -cuenta. Repentinamente, se levanta y sale del dormitorio hacia el patio. Regresa dos minutos después, con un vaso y una lata de cerveza.
-La cerveza de las siete -dice y continúa su historia.
Una tarde, cuando volvía del Liceo, se encontró a su padre llorando a la entrada de la casa. Desconcertada le preguntó qué había pasado y él le contó que su madre había muerto.
-Fue algo totalmente imprevisto, un día tenía a mi...
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