Taroudant el auténtico Marruecos - 15 de Septiembre de 2013 - El Mercurio - Noticias - VLEX 460672414

Taroudant el auténtico Marruecos

Tampoco yo llegué a Taroudant por casualidad. Después de diez días recorriendo Marruecos de norte a sur, pasando por ciudades como Tánger, Casablanca, Marrakech y la propia Agadir, viajar hasta aquí tenía un objetivo concreto y acotado: conocer el lugar donde el pintor chileno Claudio Bravo había pasado sus últimos días, luego de haber vivido más de treinta años itinerando entre Tánger y Marrakech.

En el año 2002, alentado por su gran amiga Farah Diba -la mujer de Mohammad Reza Pahlevi, el último Shah de Irán antes de la revolución-, Claudio Bravo llegó a Taroudant para construir una finca en las afueras del pueblo, en medio del desierto y con una vista escalofriantemente privilegiada de la Cordillera del Atlas. Un tiempo antes, Farah Diba le había dicho al pintor que si había un sitio en Marruecos donde tendría luz del sol el año completo para pintar, ese lugar era Taroudant: una tierra en el sur de todo, donde sólo llega un par de buses al día, donde no hay grandes tiendas, ni supermercados, ni extensas avenidas ni nada que recuerde a las grandes ciudades marroquíes.

Siete años después, cuando terminó de construir su casa y se fue a vivir a ella, Taroudant fue para Claudio Bravo una tierra ajena al ajetreo de Tánger y al bullicio de Marrakech, donde pudo aislarse de todo y de todos para pintar sus famosos paquetes, sus naturalezas, sus caballos y los retratos a carbón que tanto disfrutaba hacer. Taroudant, también, fue la tierra que lo vio morir, cuando un día de junio de 2011, mientras reproducía en su lienzo una tela roja que colgaba de la pared, un ataque cerebrovascular lo hizo colapsar en su taller. A falta de un gran hospital donde llevarlo, el médico que lo auxilió pidió su traslado urgente a un hospital en Agadir, al noroeste del pueblo; un recorrido de 80 kilómetros que el pintor no pudo resistir.

Para Claudio Bravo, Taroudant fue su bendición y su desgracia.

Mi intención era llegar a Taroudant una mañana de mayo y quedarme allí sólo unas horas. Pero tan pronto llegué al pueblo desde Agadir, en uno de los petit taxi que ofrecen el traslado entre una ciudad y otra por 400 dirhams (aproximadamente 40 euros), una llamada de Bachir Tabchich, el mayordomo de Claudio Bravo y quien heredó el palacete y la finca de Taroudant, me avisó que tendría que esperar al día siguiente para reunirnos, ya que había tenido que hacer un viaje de urgencia a Marrakech.

Obligada a buscar un lugar donde quedarme llegué al riad Dar Fatima, una típica casa...

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