La memoria y el suplicio fugado en Farabeuf de Salvador Elizondo. - Núm. 33, Enero 2005 - Cyber Humanitatis - Libros y Revistas - VLEX 56739151

La memoria y el suplicio fugado en Farabeuf de Salvador Elizondo.

AutorRojas Cisternas, Gonzalo
CargoEnsayo cr

Entregarse a la revisión de la memoria puede tomar la forma de una obsesión por la lejanía, por aquello que aparece como irrecuperable desde el desgajamiento del recuerdo en el presente. El encuentro de ese pasado irremediable es un motor que obliga a ejercitar un trazo sobre la superficie de la memoria, que permita perpetuar la inscripción de un recuerdo significativo en su representación. En este sentido, Farabeuf [1] instala la problemática de la memoria en relación con la expurgación de aquella "imposibilidad del instante" citada en el epígrafe de la novela, que resulta ser la nostalgia entendida como una actuación violenta sobre el pasado, que vive de la obsesión por alcanzar el otro lugar en donde reside el principio conductor de una vida que necesita ser completada en el exceso del presente.

La textualidad fragmentaria de la novela pone de manifiesto el funcionamiento de dicha obsesión, desde una patología anímica que oblitera la memoria llevándola a la proximidad de la locura, del desdoblamiento esquizofrénico que cierra la posibilidad de la identidad, a través de un juego especular que abisma a la personalidad hasta el infinito. Este juego de espejos es el que impide establecer a ciencia cierta la identidad de quien enuncia el relato, y que da pie para la necesidad de una representación que materialice la corporalidad como una forma de combate contra el olvido. De este modo, en la novela se busca la liberación del instante como forma de sanación espiritual, de expurgación de la memoria a través de la imagen expuesta de forma barroca, como práctica ritual que se naturaliza hasta la concreción en una superficie que permita inscribir actuando "retroactivamente", protestando así contra lo "irreversible". Así, el modo de representación que moverá la lectura de dicha necesidad de inscripción será el de la imagen barroca tal y como la plantea Heinrich Weisbach [2] en relación a la Contrarreforma, en el sentido de imagen persuasiva que se concretiza para seducir desde la sensualidad y el horror, ambos componentes que se deslizan uno sobre otro indistintamente. La utilización de la imagen, en el sentido que adquiere desde la contrarreforma, adquiere entonces un papel fundamental en la consideración de la novela. En este sentido, la imagen central que me propongo revisar es la del mártir sacrificado que resulta ser el testimonio requerido para activar el olvido de la mujer innominada y puesta en la escena de la casa-quirófano-teatro del doctor Farabeuf. Es ella la paciente-ofrenda que se extiende en el altar para poder alcanzar el éxtasis del instante que pueda ser revelador, y que es sólo remitible al trazo de la escritura como testimonio abismado del referente en su ausencia. La tortura aparece entonces como una textualidad extrema del testimonio, pero lo hace en la forma de un sacrificio que esconde permanentemente el cuerpo ofrendado para presentar la pura teatralidad del altar, la pura deriva de un relato sin centro.

  1. Fascinación cruenta del olvido: la justificación de una iconografía.

    La imagen del supliciado que inunda las páginas de la novela, adquiere una dimensión fascinante si se lo pone en relación con la elevación mística de la imagen del barroco contrarreformista que propone Weisbach. Una de las entradas más interesantes que se pueden hacer al papel de la imagen en Farabeuf, es la que ofrece la presencia del discurso de la compañía de Jesús, referida a las posibilidades político-religiosas que ofrece la figura del supliciado, propuesto ambiguamente como un nuevo mártir de la fe en la carta cifrada. La sola mención del suplicio y la Compañía de Jesús instala la posibilidad de relacionar las imágenes de crueldad presentes en la novela con lo ejercicios espirituales de San Ignacio [3]. De este modo, aquella "intriga jesuítica descabellada" (p. 35) de la que parece ser protagonista el propio Doctor Farabeuf y su escrito sobre la tortura china, adquieren un papel central en la novela, por cuanto la escenificación de la tortura va a implicar un juego de recrudecimiento en la representación, y desde el punto de la enunciación del hombre y la mujer que esperan al Doctor ya viejo, la utilización de la imagen tal y como la describe Weisbach va a ser la que guíe el conflicto entre olvido y memoria, al proponer una imagen dirigida, con fines que buscan ir trascendiendo el ámbito de la percepción meramente sensual para lograr alcanzar un estado espiritual elevado, pero siempre anclado en la corporalidad; pues ésta es la superficie donde se busca perpetuar la fugacidad de ese instante que parece tensionar la superficie del olvido. En este sentido, vamos a encontrar tipos iconográficos que son claramente barrocos y que tienden a mostrarse en torno a las ideas de martirio y erotismo como formas de captar la atención de los sentidos en sus pulsiones más elementales, para luego poder llegar a plasmar la imagen en una concreción a nivel humano, mostrando una expresión jubilatoria en el padecimiento tal y como lo requieren los fines de la persuasión eclesiástica.

    Teniendo en cuenta lo anterior, es posible relacionar las imágenes iterativas de tortura y disección quirúrgica presentes en Farabeuf, con la focalización de la imagen que requieren los ejercicios espirituales, sobretodo en relación a la mujer innominada que se desdobla especularmente hasta perder su identidad, y por tanto su memoria. Es esta figura femenina la que debe someterse al rito del doctor Farabeuf como una forma de violentar retroactivamente la memoria, construyéndola desde la imagen del padecimiento ambiguo del "mártir" chino desmembrado. Este proceso es el propuesto por los ejercicios espirituales, donde la imagen tiene una participación fundamental: la representación pictórica de la tortura y el infierno es lo que fija la atención para luego llevarla a un sentimiento concreto que le da carácter trascendente:

    "Su práctica desarrollaba el poder de transformar las representaciones religiosas en una intuición sensible muy concreta y de identificar esta imagen elaborada por la fantasía con un...

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