La subida y la bajada de la marea roja - 16 de Junio de 2018 - El Mercurio - Noticias - VLEX 728815541

La subida y la bajada de la marea roja

Los locos años noventa. La "roja de todos" clasificaba al Mundial de Francia. Era una gracia.

El infame "Maracanazo" había determinado un castigo de la FIFA para Chile: no solo estuvimos fuera de Italia 90, sino también de Estados Unidos 94. Para las legiones de hinchas de la selección que vinieron después, una breve descripción del "Maracanazo": una vergüenza. Una versión más extensa: acaso el tongo más grande y tonto del fútbol universal.

Es 3 de septiembre de 1989. Estadio Maracaná, Río de Janeiro. Clasificatorias para Italia 90, grupo 3. Brasil contra Chile. Solo uno va al mundial. Antes, un castigado Chile -luego de protagonizar uno de los partidos más violentos de la historia, un empate contra Brasil, en Santiago- golea a Venezuela en Mendoza. En Río, después, está obligado a ganar. Pero va perdiendo. En el minuto 67 cae una bengala a la cancha. El arquero Roberto Rojas está en el suelo. Héroe nacional. Excepto. Excepto que ha escondido una pequeña navajilla en su guante y se ha hecho un corte en la ceja. "!Hay que suspender el partido¡", claman los chilenos. "!Otro partido en cancha neutral¡". Se retiran al camarín.

Casi nueve años más tarda la selección en reaparecer en una cancha mundialista.

Por mientras, el hincha chileno empieza a construirse en varias capas. No es el fanático de los equipos que, eventualmente, presta su apoyo entre obligatorio y desinteresado a la selección. No es, necesariamente, el viejo lienzo "Mis dos amores", que la barra de la U colgaba de la reja sur del Estadio Nacional en los ochenta. No es, tampoco, el chileno "patiperro", el que en los viejos registros de los partidos de Chile en el Mundial de Inglaterra en 1966, lanza unos "Chi-chi-chi" aislados en estadios semivacíos, mientras Sánchez -Leonel-, un joven don Elías y el tanque Campos orbitan alrededor de soviéticos y coreanos del norte. Comienza, quién sabe si en virtud de esta prisión domiciliaria de nueve años a la que el fútbol chileno es condenado, a existir el hincha de la selección: una especie nueva que ya no solo estará alimentada de la competencia local y Copa Libertadores, sino de un fenómeno reciente: las ligas europeas y la argentina, transmitidas por la televisión de cable. Y en ellas, chilenos.

Iván Luis Zamorano Zamora. En 1989 había iniciado su carrera en el reposado Saint Gallen de Suiza. Luego, el Sevilla. De pronto, el Real Madrid es el objeto de toda nuestra atención y deseo: en 1995, Zamorano gana la liga con ellos y es goleador. Pasa al Inter. La selección, por mientras, es un equipo fantasma: en el único torneo internacional en el que puede participar, la Copa América, alcanza apenas un tercer lugar como local en 1991. Pero...

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