La musaraña y las sombras: notas de lectura para una epifanía. - Núm. 2003, Septiembre 2003 - Cyber Humanitatis - Libros y Revistas - VLEX 56583955

La musaraña y las sombras: notas de lectura para una epifanía.

AutorBlanco, Fernando
CargoEpifanía de una sombra, de Mauricio Wacquez

Epifanía de una Sombra

Mauricio Wacquez

"La acidia no es sólo una fuga de ..., sino también una fuga por ..., que comunica con su objeto bajo la forma de negación y de carencia. Como en esas figuras ilusorias que pueden interpretarse unas veces de una manera y otras de otra, así cada uno de sus rasgos dibuja en su concavidad la llenazón de aquello de lo que se desvía y cada gesto que cumple en su fuga da fe de la perduración del vínculo que la une a ello. En la medida en que su tortuosa intención abre un espacio a la epifanía de lo inasible, el acidioso da testimonio de la oscura sabiduría según la cual sólo para quien ya no tiene esperanza ha sido dada la esperanza ..." (Giorgio Agamben).

"Todas las formas del oprobio son aceptables si el personaje que las encarna lo merece; pero esto es sólo así si la máscara, o sea, las mil formas que puede revestir un mismo rostro, es capaz de proyectar fuera de sí lo que, por un engaño fundamental de la esencia, podría ser o hacer"

(Mauricio Wacquez).

"Volvía al valle ..." (Mauricio Wacquez).

UNAS PREGUNTAS

¿Para quién son estas notas, estas memorias afiebradas, estas letras?

¿Por qué cruzar definitivamente la cordillera (punto de referencia obligado de la literatura del exilio)?

¿Sthendal, Balzac, Mishima, Genet, Cocteau?

¿Juventud, belleza y muerte? ¿Y si en realidad esta fuera una autobiografía?

UNA CERTEZA

La vida es efímera.

En la primera de las páginas de la novela, inmediatamente después del epígrafe de Sthendal que inaugura la seguidilla de pistas que el narrador va sembrando en el relato que lo constituye aparece la palabra trilogía que se anuncia acompañada del adjetivo oscuridad, a continuación el nombre de la primera parte de este drama en tres actos: Epifanía de una sombra. Una novela que es una cita o más bien una parodia. Una fiebre que es una pulsión escritural. Un pacto de lectura que avisa que nada está cerrado.

La escritura del colchagüino Mauricio Wacquez (1939-2000) se despliega frente a los reflejos de la luz a cortes, a navajazos sobre el cuerpo de la letra y la lógica del relato, erigiéndose en un punto de referencia obligado del campo intelectual chileno al momento de sacar cuentas sobre la narrativa nacional del último medio siglo. Lugar que no se encuentra señalizado en ninguno de los mapas intelectuales del quehacer crítico-literario y que por el contrario es más bien un hallazgo en medio del desierto de nuevas voces mercantiles en el que se encuentra nuestra literatura.

Desde sus comienzos, a partir de la publicación de Cinco y una Ficciones(1963) Wacquez fue considerado un autor de culto o más bien articuló en torno a sus textos a una serie de díscipulos que veían en este ejercicio de pensamiento que el filósofo -escritor definía como una actividad intelectual, reflexiva en torno a la literatura, es decir, en torno al medio, a la materia de la escritura," en el que el lector debe escribir la otra mitad de mi novela", la posibilidad de investigar acerca del lenguaje, sus posibilidades expresivas y por sobre todo, morales e ideológicas.

Ajeno a las modas literarias su trabajo escritural se desarrolló mayormente en el exilio, y su obsesión se fijó en el trabajo textual donde el lenguaje poético se calla como denotador de objetos y cede el lugar a otros patrones creativos que le entregan a la forma novela una nueva identidad estructural acercándola a lo que Cortázar llamó "la forma contemporánea abstracta y abierta" cuya distinción fundamental es la práctica del lenguaje fictivo-narrativo como una gran comentario conciente de sí mismo, a la vez materia y proceso ficcional creativo, lugar de producción de sentido, en el que nuestro autor, una y otra vez, ensaya tesis y contratesis, entregado a una de sus obsesiones temáticas: las formas que el poder asume y las consecuencias que el ejercicio de éste tiene tanto para el que lo detenta y lo usa en contra de otro, como para el cómplice que asiste como voyeur a este acto (lector), introduciendo com consecuencia de este acto, otra de sus constantes narrativas: la deshumanización del espíritu.

En un trabajo de 1980, Linda Hutcheon apuntaba acertadamente una observación relacionada con la autorreflexividad como estrategia discursiva, marca fundamental del género novela e irrecusable en Wacquez, y que nosotros consideramos como especialmente significativa para cierto corpus novelesco latinoamericano contemporáneo- me referiré a este punto más adelante-, refiriéndose a ella bajo el rótulo de "narrativa narcisística", declaraba que "la narrativa narcisística es el proceso de escritura de la ficción hecho visible". La conciencia sobre el trabajo escritural, expresado a través de la escritura y reescritura permanente de su obra, en la que por medio de la cita, en tanto recurso poético se convocan los cuerpos de la tradición literaria europea, especialmente la francesa, del saber filosófico occidental, de la novelística hispanomericana reciente, e incluso de eciertas novelas claves de la literatura chilena, particularmente El Obsceno Pájaro de la Noche, de su amigo y prologuista José Donoso, constituyen el itinerario cultural de influencias del proyecto poético de este autor mayor, el que adquiere carta de ciudadanía con esta última entrega titulada Trilogía de la Oscuridad.

En esta misma línea de pensamiento no podemos dejar de mencionar en esta introducción otro componente de su escritura que juega un papel fundamental al interior de su proyecto narrativo: el gesto autobiográfico. El propio Wacquez afirmaba en una entrevista reciente, respecto de su última escritura:" en esta trilogía que estoy escribiendo ahora, cuaja realmente todo. Aquí se manifiesta casi todo lo que estaba larvado en el personaje que se llama Mauricio Wacquez".

La figura del autobiógrafo, bajo la forma de escriba, cronista, o literato, presente en por lo menos dos de las novelas mayores de Wacquez, Frente a un hombre armado y Epifanía de una Sombra, representa la concreción textual de las marcas características de los géneros autorreflexivos. Una voz que se recuerda a sí misma, guiño que lo instala al interior del lenguaje y de la historia, y que se refiere a hechos ya ocurridos, a hechos presentes en otros textos o por venir, en palabras de Molloy alguien que realiza una práctica reflexiva "leyendo antes de ser y siendo lo que lee".

Para la narrativa de Wacquez este rasgo resulta fundamental, pues remite a la poética misma de la escritura de este autor. Se trata de observar la manera en que Wacquez asume la experiencia del vacío del lenguaje, previo a la enunciación del sujeto, experiencia que el define como "la oscuridad" y que hace equivalente a la moral y a la vida, calificándolas de "incomunicables". Su narrador, faceteado en una infinitud de puntos de vista, un narrador fractal, organiza este espacio en universos múltiples, multiformes e inestables, análogos a la composición memorística del recuerdo. A veces le basta un olor, Cortázar en "La noche boca arriba", otras los verbos, menos certeros, Borges y "Funes el memorioso", para permitir la fuga hacia...

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