Los otros soldaditos del narcotráfico
LeonorUna precaria pieza de madera es el único espacio físico que Leonor recuerda de su infancia. Estaba construida en el patio trasero de la casa de su abuela paterna, en la comuna de Conchalí. Allí vivió hasta los 7 años, cuando ingresó, por primera vez, a un hogar del Sename.Cuando ella nació, sus padres, ambos de 28 años, ya registraban causas en los tribunales de familia, todas por vulneración de derechos respecto de sus hijos, según documentos incluidos en la causa. Su madre, durante los cuatro embarazos que tuvo, consumió cocaína y todos sus hijos nacieron con alguna discapacidad intelectual.Leonor comía junto a sus tres hermanos en un pequeño comedor de la casa. En 2007 declaró que su padre, mientras los acompañaba en la mesa, solía beber alcohol o consumir drogas. Siempre a vista y paciencia de los menores, como consta en documentos del tribunal de familia a los que "Sábado" tuvo acceso. En algunas ocasiones, la madre también se sumaba. Leonor recuerda a su padre acostado en la cama, fumando pasta base, exhalando bocanadas de humo hacia el techo, hasta que un día, tras un descuido, incendió una frazada con las cenizas. Antes de que pudiera reaccionar, el fuego consumió también parte de la pieza.Un año más tarde, mientras estaba en un hogar del Sename, Leonor describiría su infancia a los profesionales como "más o menos, porque mi familia vendía pasta base. Mi papá fumaba, pero era fome cuando lo hacía, porque me ahogaba con el humo. Mi mamá también lo hacía, pero ya no. Ella quiere más a mi hermano. No me viene a ver, porque está en la cárcel", detalla un informe de la institución.La abuela paterna de Leonor fue tal vez el único familiar que demostró alguna preocupación por sus nietos. Varias veces denunció, tal como consta en documentos de programas comunales, que los padres de los niños solían drogarse, discutir y golpearse.En más de una ocasión le advirtió a su hijo y a su nuera que los echaría de la casa por sus constantes riñas. Pero dejar a Leonor y a sus hermanos sin hogar era lo último que la abuela deseaba, de acuerdo a sus declaraciones registradas en actas de audiencias del tribunal de familia. Sabía que, sin casa, sus nietos corrían el riesgo de ser dejados en la calle por sus propios padres. Así que nunca concretó su amenaza, aunque tuvo razón respecto al destino que tuvieron los niños. Los cuatro hermanos fueron abandonados, pero en su casa. El padre se fue con otra familia que tenía, y su madre se fue para consumir pasta base, según informes sociales.Al ser el pariente más cercano al grupo de niños, el tribunal de familia designó a la abuela como tutora legal. Entonces tenía 63 años, mantenía su hogar con una pensión de invalidez y trabajaba vendiendo pan amasado, empanadas y sopaipillas. Como pudo, ella cuidó de Leonor y de sus tres hermanos, pero se vio sobrepasada. Al poco tiempo, sus nietos fueron derivados a diversos hogares del Sename. Sin embargo, desde allí escaparon y terminaron intermitentemente viviendo en la calle.A medida que los hermanos fueron creciendo, sus antecedentes se volvieron cada vez más similares: robos, peleas, detenciones y consumo de drogas. Lo mismo ocurrió con Leonor, pero hace cuatro años, cuando ya tenía 24, su historia tomó otro camino, cuando se cruzó con V., una supuesta traficante de La Pincoya, en Huechuraba.Así lo confirma la Corporación Asociación Chilena Pro Naciones Unidas (Achnu) -institución colaboradora del Sename-, que en junio de 2016 denunció en la Fiscalía Centro Norte el supuesto uso de menores y adolescentes como soldados de narcotráfico por parte de V. Ese año, a través del Programa Especializado en Calle (PEC) de Recoleta, la corporación recibió la primera denuncia. Era de Carola Ortiz, madre de Emerson, un joven que estaba legalmente al cuidado de V., cuyo caso fue dado a conocer por "Sábado" en la edición antepasada en el reportaje "Soldaditos del narcotráfico".Luego de investigar la irregular situación de Emerson, la institución presentó la denuncia formal en fiscalía. En ella se detalla que "se ha tomado conocimiento de que al interior del domicilio, ubicado en (...), en la población La Pincoya, existe presuntamente tráfico de drogas, actividad que su propia dueña, V., ha confesado a profesionales de nuestra institución. Esta misma persona ha confesado que ha hecho industria de solicitar, a tribunales de familia, el cuidado personal de niños y jóvenes vulnerables de la comuna, a quienes utiliza en el comercio de drogas".Este hecho, revelado en el reportaje "Soldaditos del narcotráfico", motivó la semana pasada al Pleno de la Corte de Apelaciones solicitar un informe al Centro de Medidas Cautelares del tribunal de familia con todos los antecedentes del caso de Emerson. Esto, para decidir si realizará una investigación. Contactada por "Sábado", la Corte aseguró que "el informe aún no llega" y que no harán comentarios respecto del tema.Aparte de Emerson, en el documento de la Asociación Chilena Pro Naciones Unidas también se incluían los casos de cuatro jóvenes más. Uno de ellos era Leonor. Los otros tres son David, Elena y José -sus nombres han sido cambiados para este artículo-, los que, en ese momento, eran menores de edad. Según la denuncia, Leonor había sido reclutada por V. para vender droga. Con los otros tres menores, además, "se tienen fundadas sospechas que algunos de estos niños y jóvenes son utilizados para ejercer la explotación sexual y comercial infantil".Los cuatro jóvenes tenían historias de niñez similares: vulneración de derechos, violencia intrafamiliar y diversos ingresos a programas y residencias del Sename. A su vez, fueron abandonados por sus padres y dejados al cuidado de sus abuelos, los que no tenían dinero ni las habilidades para hacerse cargo de ellos. Y, en algún momento de sus vidas, un factor selló sus destinos: la droga.Cuando Leonor fue parte de los cuatro jóvenes denunciados...
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