Solas tras las rejas - 9 de Marzo de 2024 - El Mercurio - Noticias - VLEX 1027058517

Solas tras las rejas

Lusgradis Honorato (52) llega cojeando, apoyada en su bastón, a la sala ubicada en el Centro Penitenciario Femenino de San Joaquín. Alrededor de ese cuarto están los espacios que acogen a las demás mujeres privadas de libertad: una capilla, una cancha y el Liceo Santa María Eufrasia para que terminen su educación básica y media "Hace siete meses me quemé la pierna porque se me dio vuelta el hervidor", cuenta Lusgradis mientras levanta su pantalón y muestra una gran mancha oscura. No es el único problema de salud que la aqueja. "He perdido 17 horas para una cirugía mamaria en la que llevo nueve meses supurando, botando materia, y ayer se me cerró y estoy propensa a que me amputen la pierna por unas arterias tapadas", cuenta.-Aquí la negligencia es horrible -dice.La mujer, oriunda de la comuna de La Florida, está en el Centro Penitenciario de San Joaquín hace un año y pasó otros dos en la cárcel de San Miguel por una condena por tráfico de drogas. Un día, afirma, le prestó el nombre a unos amigos colombianos, quienes le enviaron un paquete a su casa en el que al interior habían sustancias ilícitas. Según ella, nunca estuvo al tanto de la situación y, hasta el día de hoy, acusa inocencia. "Nunca en mi vida he traficado", dice. Pero la realidad es otra: de acuerdo con su condena, son siete años y dos meses los que deberá pasar al interior del centro. Ya lleva tres años.Hasta el 31 de diciembre de 2023, en los recintos penitenciarios se registraron 4.117 mujeres privadas de libertad, según datos del Ministerio de Justicia y de Gendarmería. Entre todas esas mujeres encarceladas, el 59,3% se encuentra cumpliendo sentencia o en detención preventiva debido a infracciones relacionadas con la Ley de Drogas, lo que equivale a 2.443 casos.Lusgradis es una de las presas de esta cárcel a las que nadie visita. Tampoco recibe cartas ni encomiendas. Ocasionalmente, su hija adoptiva de 25 años la visita, pues vive fuera de Santiago y el traslado semanal le complica. Cuando Lusgradis entró a la cárcel, sus nueve hermanos le dieron la espalda. "Al haber caído presa, no quieren nada de mí", dice. Solo tiene a sus padres, de los que, pese a su reclusión, está muy pendiente y se comunica regularmente a través del teléfono público de la cárcel. Su madre, de 90 años, es dependiente de su padre, de 84, quien a la vez es dependiente de un tubo de oxígeno. "Ha sido muy difícil esto, porque ellos se ven solitos", cuenta Lusgradis y agrega que aunque otros miembros de la familia viven cerca de la casa de sus padres en la comuna de La Florida, nadie los visita. "Nadie se preocupa. Ni siquiera les preguntan si necesitan algo".- ¿Cómo es su vida cotidiana en la cárcel?-Horrible. Estar en el entorno en el que estoy cuesta mucho.- ¿Qué es lo que más le cuesta?-Una no está acostumbrada a vivir así. Es difícil. Más sumado a que estás sola.El estudio "Reinserción, desistimiento y reincidencia en mujeres privadas de libertad en Chile", del Centro de Estudios Justicia y Sociedad de la Universidad Católica, constató que el 42% de las mujeres en las cárceles no recibió visitas en 2021. En 2018, el mismo estudio había observado además que existía una diferencia importante respecto a los hombres: mientras 1.571 mujeres presas, menos de la mitad, recibieron al menos una visita al año, el número de hombres presos que había sido visitado en igual período fue de 21.980."La mujer que va a la cárcel es doblemente castigada", dice Loreto Martin, directora ejecutiva de la Corporación Abriendo Puertas. "Castigada por la justicia, por el entorno y la familia. La mujer es más leal que el hombre: el hombre cae...

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