El socialismo del siglo XXI - 27 de Enero de 2019 - El Mercurio - Noticias - VLEX 759529345

El socialismo del siglo XXI

Es inevitable recordar -ahora que a Venezuela la amenaza la ruina- que fue Hugo Chávez quien popularizó el concepto "socialismo del siglo XXI"; aunque el término había sido acuñado por el chileno Tomás Moulian en un trabajo del año 2000 y teorizado, con algún detalle, por la chilena Marta Harnecker el año 2010.¿Cuáles eran los principios de ese socialismo que Chávez, con el exceso retórico y fantasioso que lo caracterizaba, proclamó alguna vez en la llamada Cumbre de la deuda social del año 2005?Tres son sus bases, dijo en aquel entonces Hugo Chávez: transformación económica, democracia directa y participativa y espíritu solidario. Un vistazo a cada uno de ellos permite detectar la semilla de su fracaso.Chávez, y lo mismo García Linera en Bolivia, pensó que en los países de América Latina subyace una cultura que, si se la deja a sus anchas, permitiría que floreciera algo muy cercano al viejo socialismo comunitario. Los países de la región no serían culturalmente capitalistas: el individualismo, la búsqueda racional del lucro, el desarrollo de la técnica, el ahorro ascético, serían rasgos sobrepuestos a la verdadera cultura de las sociedades latinoamericanas: comunitarias, cúlticas (¿no es eso, se dice, la religiosidad popular?), dispendiosas (como lo muestra la propensión a la fiesta), más cercanas al rito que a la palabra. Uno de los desafíos del socialismo del siglo XXI sería despertar esa estructura cultural adormecida por la hegemonía neoliberal.Junto a lo anterior, enseñaba Chávez, y repite sin entenderlo del todo Nicolás Maduro, sería necesario desarrollar una democracia en la que el pueblo, el sujeto social y no el individuo, sea el protagonista. La democracia práctica o directa, decía Chávez, en vez de la democracia representativa. El protagonismo popular solo se alcanzaría si en vez de la representación, se instituye la vocería, el simple portador de la voluntad colectiva como clave de la vida democrática.Y, por supuesto, todo lo anterior una vez que tuviera éxito, siquiera parcial, haría florecer la verdadera naturaleza humana, lejos de los excesos -la ambición capitalista y técnica- que la oxidan.Es imposible no ver en esa amalgama, en ese amasijo de ideas y propósitos, la vieja utopía rousseauniana que acompaña a la modernidad desde sus inicios, conforme a la cual basta rascar un poco la tela de la cultura capitalista para que aparezca la verdadera piel comunitaria que caracterizaría a los seres...

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