El Sindicalismo y los servicios públicos - Parte cuarta. El estado y sus agentes - El estado y sus agentes (el sindicalismo administrativo) - Libros y Revistas - VLEX 976200603

El Sindicalismo y los servicios públicos

AutorPierre Harmignie
Páginas247-287
247
CAPITULO PRIMERO
El Sindicalismo y los servicios públicos
I
el sindicato en las administraciones
Como hemos dicho anteriormente, hay dos categorías de funcionarios sindi-
calistas: unos quieren la desaparición radical del Estado; los otros, relativamente
moderados, no ven en su agrupamiento más que un medio enérgico de remediar
los abusos que reinan en la organización administrativa.
Adecirverdad,esteremedio,queporotroladononospareceecaz,conduce
necesariamente a la solución más avanzada, de tal suerte que las dos tendencias
deben acabar por encontrarse en todos los puntos.
La distinción persiste además teórica por otro motivo todavía: el objeto inme-
diato de la agitación de los funcionarios, que suscriben todos los sindicalistas sin
distinción, es combatir los abusos en las administraciones.
No cabe discutir la realidad de estos abusos en la organización actual del po-
derejecutivo:loshechossuelenjusticarconhartafrecuencialasquejasdelosinte-
resados, que hemos consignado anteriormente.
El favoritismo, la venta de los empleos son verdaderas llagas del régimen. La
pesquisa en materia de creencias y de prácticas religiosas y la presión política son
realidades. Precisa reconocer también que, muy frecuentemente, en Francia, los gra-
dos superiores de la jerarquía administrativa son ocupados por paniaguados políticos
que no presentan ninguna garantía de competencia profesional; debe ser verdadera-
mente desalentador para los agentes inferiores ver triunfar la lisonja y la protección,
más bien que la capacidad y el mérito, y se comprende que los funcionarios, cansados
de tal régimen, quieran ante todo suprimir la injerencia nefasta de los políticos.
Pero, si se consideran las tendencias desde ahora en circulación entre los agen-
tes sindicalistas, puede dudarse qué la constitución de sindicatos sea un remedio
ecazparaextirparelmal.
Los sindicatos, que se han creado a pesar de la desaprobación del Gobierno o
merced a su negligencia, acaso voluntaria; las asociaciones que, al amparo de la ley
Pierre Harmignie
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de 1901, pretenden servir ya de modelo a las organizaciones futuras y preludiar el
régimen sindicalista de mañana; todas esas agrupaciones de agentes del Estado, de
los departamentos y de los municipios, que protestan vehementemente contra las
intervenciones políticas en materia administrativa, no pierden, sin embargo, una
ocasión de invitar a los amigos que cuentan en el seno del Parlamento para que
asistan a sus reuniones, a sus Congresos y a sus banquetes.
A veces hasta han solicitado y conseguido el honor de ver a un miembro del
Gobierno presidir su asamblea.
Si necesitan formular algunas peticiones, se apresuran a solicitar el apoyo de
los hombres políticos, a quienes no dejan de recordar su potencia electoral para
obtener más seguramente satisfacción.
Si se piensa que los funcionarios representan más de una décima parte del cuer-
po electoral y que algunos de ellos son estupendos agentes de propaganda, se com-
prenderá el valor de este argumento y cuán intensa es la tentación de abusar de él.
En realidad, hasta la hora presente, los sindicatos, en vez de suprimir la inter-
vención de la política en la Administración, no han hecho más que fortalecerla, y
estoconelnutilitariodeasegurarasusmiembroslamejorsituaciónposible.Alo
sumo podría esperarse que los funcionarios sindicados se abstuvieran en lo suce-
sivo de solicitar favores individuales. Pero es indudable que continuarán pidiendo
mercedes colectivas737.
No disminuirá la intervención de los funcionarios en la política: así lo demues-
tran la actividad electoral de los sindicalistas y la difusión de sus publicaciones. Así,
por ejemplo, durante la última campaña electoral, los agentes de Correos comba-
tieron vivamente la candidatura de M. Simyan, a quien persiguen con encarniza-
miento aun después de su salida del ministerio. Los sindicalistas han organizado
comités electorales en diversos puntos. Y en la Revue de l’Enseignement primaire, una
de las más importantes revistas escolares, “las cuestiones políticas ocupan un lugar
preferente, mientras que aquéllas que conciernen a la Pedagogía parecen solo para
rellenar huecos”738.
Cabe, por tanto, temer justamente que, tampoco sobre este punto, los sindi-
calistas no realizarán ningún progreso; hasta se ha dicho que su acción duplicaría
el mal739.
Algunossindicalistashanpropuestoconaralaelecciónelcuidadodedesig-
nar los superiores jerárquicos y aún de reclutar el personal. Entonces se vería que
737 F. faure, Revue politique. et parlementaire, Mayo, 1907, pág. 241.
738 Laurín,«Lesidéesso ciali stesdesi nstit uteurse tleaam icales».Mouvement socialiste,
Marzo, 1905, pág. 303.
739 F. faure, lug. cit .
El Estado y sus agEntEs (El sindicalismo administrativo)
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los diversos partidos se disputaban todos los cargos, luchando para conquistar la
mayoría en las administraciones; estas llegarían a ser “en todos los grados, verda-
deros focos de agitación política”, de tal suerte que, hurtando la intervención de los
políticos, se les abriría una nueva carrera. “¿No hace el tonto quien se arroja al agua
para librarse del chaparrón?”740.
¿Lossindicatosserían másecacespara garantizarelnombramiento defun-
cionarios competentes en los grados superiores de la jerarquía?
Censúrase acremente al Gobierno por no aplicar a los ascensos reglas inva-
riables; se protesta contra el ascenso por elección, contra la primacía otorgada a la
capacidad, alegando que son otros tantos recursos del favoritismo.
Muy cierto que es sensible que el Gobierno disfrace sus favores bajo las apa-
riencias de una elección juiciosa, pero ¿el ascenso automático por orden de antigüe-
dad, tal como lo reclaman ciertos sindicalistas, no es todavía nocivo para la buena
marcha de la Administración? ¿No es el triunfo organizado de la medianía? En
efecto, ¿cómo recompensar entonces el celo, y cómo utilizar el talento de aquellos
agentes que pueden prestar servicios más incondicionales y preciosos?
¿No vale más, después de todo, “tener que registrar algunos nombramientos
escandalosos, compensados a veces por designaciones acertadas, que entregar el
Estado a merced de una burocracia inerte y rutinaria?”741.
¿No es ya sumamente lamentable ver que, bajo el régimen actual, el Gobier-
no, pretextando respetar la antigüedad, concede el ascenso a funcionarios que son
nulidades?742.
740 BertHéLem y, lug. cit .
741 renard, BertHod, freviLLe, Landry, mantoux, simiand, Le Socialisme à l’œuvre,
pág. 344.
742 Al día siguiente de la huelga de Cor reos, en Marzo de 1909, el subsecretar io de Esta-
do, M. Simyan, dirigió a los di rectores de los departamentos i nstrucciones sobre el
ascenso. El asce nso por antigüedad—decía—reservase en el persona l de los servicios
activosalosagentesdeescasaapt itudodébilrendimie nto,ojos,apáticos,indolen-
tes; a los que no son celosos, asiduos, ni exac tos; a los que descuidan su instrucc ión
profesional (los agente s que no procuran adquiri r los conocimientos indisp ensables
para colocarse en sit uación de cumplir sus fu nciones con discern imiento, o de que se
les utilice seg ún las exigencias del servic io); a aquéllos cuyo trabajo suele dejar que
des ear.
En el personal de di rección y vigilancia, la fa lta probada de autoridad, aptitud, asi-
duidad o exactitud, y de neglige ncias graves o repetidas en las at ribuciones de vigi-
lanciae inspec ción,determ inanl aclasicac iónpora ntigüedad( Journal Ofciel, 22
Marzo 1909, pág. 2942, col. 1.ª). El mal funciona rio asciende, pues, con menos rapidez
que los otros, pero, sin emba rgo, asciende; en la industria privada, un empleado de
este género serí a despedido inmediatamente.

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