Simone Veil y la nueva izquierda - 3 de Octubre de 2021 - El Mercurio - Noticias - VLEX 876404735

Simone Veil y la nueva izquierda

La ley de aborto se aprobó en Francia en 1974. La encargada de llevarla adelante fue Simone Veil, entonces ministra de salud. No se trataba de una persona cualquiera: de origen judío, había sido deportada a Auschwitz a sus 16 años. Ella sobrevivió, pero allí murieron su padre, su madre y su hermano. De algún modo, Veil cargaba sobre sus hombros todas y cada una de las tragedias de la guerra civil europea. Esa experiencia juega, sin duda, un papel en su modo de defender el proyecto. En efecto, sus palabras son siempre cuidadosas. Su propia posición no la llevó a ignorar el abismo que se abre frente a una decisión de esa naturaleza. Así, se presentó al Parlamento francés "con un profundo sentimiento de humildad frente a la dificultad de problema", y aseveró que "el aborto debe ser la excepción, el último recurso ante una situación sin salida". Para Veil, el aborto es siempre una derrota. Por lo mismo, no recurrió nunca al lenguaje de los derechos, hasta el punto de afirmar que el levantamiento de la prohibición de abortar no supone la creación de un nuevo derecho. Nadie, concluía, puede sentir una satisfacción profunda al defender tal proyecto. A su manera, Veil se hacía eco de la paradoja de Pasolini, quien decía ser contrario al aborto, pero partidario de su despenalización.Resulta imposible no recordar la actitud de Veil en el contexto de nuestra propia discusión sobre el aborto. No comparto la posición de Veil sobre el tema -me he referido al asunto en otras oportunidades-, pero su razonamiento conserva algo que parecen haber perdido los defensores contemporáneos del aborto: una aguda conciencia de la ambigüedad de los fenómenos humanos. Basta atender un instante a los argumentos ofrecidos por los defensores del proyecto, que multiplican al infinito la referencia a los derechos individuales y a la soberanía sobre el cuerpo. De hacerse cargo de la tragedia implícita, ni hablar. De hecho, al interior de esa lógica no hay ningún motivo para limitar la interrupción del embarazo a las 14 semanas: debería ser lícito hasta el final.En virtud de lo anterior, en Chile se celebra aquello que Veil lamenta con pesar. Esto explica el curioso carácter festivo de la votación: se trataría de un paso triunfal en nuestro camino hacia la emancipación. Surge, entonces, una pregunta ineludible para comprender nuestra cultura: ¿qué ha pasado entre Veil y nosotros? ¿Por qué la discusión sobre el aborto ha dejado de ser una discusión para convertirse en una...

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