Silencio - 18 de Marzo de 2017 - El Mercurio - Noticias - VLEX 671596389

Silencio

Tal como hizo en Los infiltrados con la coreana Asuntos infernales, Scorsese enfrenta el remake con entera libertad: no busca refutar ni desarmar el relato anterior. Quiere hacer su propia película, incluso más larga. Eso incluye un cambio estructural importante, un sello de estilo: no hay un narrador, sino por lo menos tres, además del uso abundante de la voz interior. El relato adquiere esa forma tumultuosa, poliforme e inquietante con la que Scorsese suele transmitir la complejidad del mundo.

Es 1633 cuando el padre Ferreira (Liam Neeson) escribe la última carta a sus superiores en Portugal. Unos años más tarde, los sacerdotes Rodrigues (Andrew Garfield) y Garupe (Adam Driver) se embarcan en un peligroso viaje hacia Japón con la esperanza de que no sea cierto que Ferreira ha abjurado. Poco a poco, el relato se va centrando en Rodrigues, el más dúctil y reflexivo de la dupla.

La némesis de Rodrigues es el magistrado Inoue (Issei Ogata), cuyo propósito es quebrarlo y mantenerlo vivo como ejemplo de apostasía. Su técnica es la tortura, elevada a niveles excelsos de crueldad. Pero el verdadero problema de Rodrigues es el silencio. Ante el sufrimiento ilimitado, el sacrificio sin fondo, el martirio incomprensible: el silencio de Dios. La ausencia de respuestas. La inutilidad de las plegarias. El silencio de la nada.

Esto es Scorsese por lo alto. Es el Scorsese que deja la síncopa nerviosa de El lobo de Wall...

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