Septiembre 2053 - 17 de Septiembre de 2023 - El Mercurio - Noticias - VLEX 943107807

Septiembre 2053

Han pasado ochenta años ya del quiebre que por cinco décadas fue el parteaguas de la sociedad chilena, que condicionó la geografía de su política y su debate económico. Pero los chilenos pudieron dejar sus divisiones atrás, arreglar su política y al hacerlo desplegar su economía y transformar su país.Hoy Chile es un ejemplo de democracia y un referente de cómo aprovechar las ventajas naturales para construir una economía compleja y sustentable. Su PIB per cápita creció al 3% anual desde el 2024, y superó los 70 mil dólares justo este septiembre.Chile es hoy un país a la vez próspero y humano, diverso y cohesionado, estable y vibrante.Pero en 2023 el panorama se veía nublado. Después de treinta años de reconstruir una democracia perdida, que se sabía frágil y por eso se cuidaba, y de generar prosperidad para salir de la pobreza, Chile sufrió un desvío. En algún momento -primero gradualmente y luego de repente- dio por sentadas la democracia y la economía, y las dejó de cuidar. Algunos incluso empezaron a golpearlas, como si esa fuera la manera de superar sus imperfecciones.Y en eso el país se pasó cinco años. En un interregno de desorientación en el que no terminaba de morir lo viejo y no terminaba de nacer lo nuevo. Y, claro, cuando no se sabe para dónde se va, cuando solo se quiere dejar el lugar donde se está, cualquier camino sirve. La discusión de esos años fue frustrante: no había un propósito compartido que ordenara la toma de decisiones.Dos hitos de la política empezaron a cambiar las cosas.El primero fue un acuerdo básico sobre el 73 y los años que siguieron. En 2023, para los 50 años, no se avanzó. Pero en 2024 la derecha reafirmó su condena a las violaciones a los derechos humanos y sumó una condena al Golpe. Y nunca más puso en la balanza -como haciendo un análisis de costo-beneficio- los atropellos del Golpe y la dictadura con los posibles beneficios que para algunos habrían generado. Entendió que no, que no se puede seguir esa lógica, porque hay cosas que no tienen precio ni se pueden medir. Comprendió que una cosa es empatizar con la sensación de amenaza o incluso temor que algunos sintieron en esos caóticos años de confrontación. Pero otra muy distinta es elevar las acciones -que inundadas por dichas emociones, esas personas validaron o incluso aplaudieron- a normas de conducta aceptables a la hora de acordar cómo resolver nuestros conflictos y vivir juntos hacia el futuro.La izquierda reconoció sus propias culpas en el...

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