La segunda vuelta de Álvaro Elizalde - 19 de Julio de 2014 - El Mercurio - Noticias - VLEX 520400562

La segunda vuelta de Álvaro Elizalde

-Durante ese tiempo, hubo noches en que Álvaro me pedía que yo le apagara la luz de su pieza, como cuando era un niño. Estaba destrozado.

Álvaro Elizalde llevaba 11 meses separado de su esposa y sus dos hijos. Tenía 32 años, vivía en la casa de sus padres en Independencia, estaba cesante y endeudado: para pagar lo que debía tuvo que vender su auto.

El gueto

María Eugenia Soto siempre le dijo a Antonio Elizalde, su marido, que quería tener ocho hijos. Después del cuarto embarazo, ella se enfermó y le sugirieron que no tuviera más hijos. Pero en 1969 volvió a quedar embarazada. "Luego de unos meses el embarazo se volvió riesgoso y nuestro médico nos recomendó abortar, porque ella podía morir en el parto", cuenta Antonio Elizalde. No hicieron caso y a los siete meses, en el hospital de Talca, nació Álvaro, su último hijo.

La familia Elizalde Soto vivió en el sur hasta el golpe de Estado. Antonio Elizalde, sociólogo de la Universidad Católica, militó en la Democracia Cristiana y fue uno de los fundadores de la Izquierda Cristiana. Fue exonerado en 1973 y consiguió trabajo en Santiago. Al poco tiempo lo trasladaron a Paraguay y su familia se fue con él. A los cinco años a Álvaro le diagnosticaron pleuresía, una enfermedad que afecta a los pulmones. Pasó un mes hospitalizado y siguieron viviendo en Paraguay.

-Un día tocaron a la puerta de la casa. Era la policía. Un amigo de mi padre, perseguido político, le pidió que alojara a su mujer en nuestra casa. Detuvieron a mi papá. Esa noche no pude dormir, porque los policías se quedaron en la casa. Mi papá fue declarado persona non grata por involucrarse en política interna, y lo expulsaron del país.

De vuelta en Chile, Álvaro Elizalde entró al colegio Francisco de Miranda, en Ñuñoa. Por años fue el más bajo y flaco de su curso. "Le sacaban la mugre y yo le enseñé que tenía que pegarle al más matón, para que todos lo respetaran", recuerda su padre. "Él no quería hasta que lo hizo y no lo molestaron más". En segundo medio, Álvaro quiso irse de ese colegio.

-El Francisco de Miranda era un colegio alternativo, donde estudiaban hijos de opositores a la dictadura, con una buena situación económica. Me quería cambiar, porque sentía que era un gueto, una isla y yo quería conocer el mundo real.

-La misma aprensión existiría hoy. ¿Usted hubiera inscrito a sus hijos en un liceo?

-Antes de la reforma, no. Creo que la educación pública, aunque hay contadas excepciones, no cuenta con las herramientas necesarias para otorgar educación de calidad.

En tercero medio, Álvaro Elizalde entró al Instituto de Humanidades Luis Campino. Ahí creció y llegó a medir 1,84 cm. El año siguiente fue elegido presidente del centro de alumnos y comenzó a militar en la Izquierda Cristiana.

El trauma FECh

Elizalde estudió Derecho, con crédito universitario, en la Universidad de Chile. El 8 de marzo de 1988 conoció a Patricia Roa, la mechoneó y luego la invitó a su casa para que se cambiara de ropa. Tres meses después se pusieron a pololear. "Álvaro era formal y perno. Lo más excéntrico que tenía era su pelo a lo Soda Stereo", recuerda Patricia.

Tras un año de conocerse, ella quedó embarazada. "Se nos vino el mundo encima. Con dificultad se puede cuidar uno y ahora había que cuidar a alguien más", dice Elizalde.

Álvaro le pidió matrimonio a Patricia. La ceremonia fue, el 22 de diciembre de 1989, en la iglesia de los Sacramentinos. El plan de Patricia era invitar a 250 personas, pero Álvaro repartió más invitaciones en el patio de la facultad. A la fiesta llegaron aproximadamente 400 personas, incluido el director de la escuela, Roberto Nahum.

En la fiesta bailaron el "Vals del No", de Florcita Motuda, y Álvaro quiso dormir en el Hotel Carrera: era el único edificio en la época desde donde podría ver La Moneda. Él, con la vuelta a la democracia, cuenta, ya la tenía en mente. En 1990, cuando Patricia tenía 20 años y Álvaro 21, nació María José, su primera hija.

-Fue un tiempo difícil, porque no teníamos de qué vivir. Empecé a trabajar media jornada en Renca, en un centro jurídico popular, Quercum, y eso con...

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