El secreto de la alta costura francesa - 26 de Enero de 2016 - El Mercurio - Noticias - VLEX 592347990

El secreto de la alta costura francesa

Pero en el mundo de la moda, más industrializado y ansioso de producir nuevas colecciones cada vez más rápido, el trabajo de estos artesanos se ha convertido en un emblema de la época dorada de la alta costura. En toda Europa, y especialmente en Francia, los talleres especializados en desarrollar meticulosamente bordados, encajes, plumas, sombreros y marroquinería cada vez son menos. La irrupción del prêt-à-porter, a fines de los 60, puso en peligro la supervivencia de las manos especializadas de la alta costura.

Francia ha estado a la vanguardia de la moda desde el siglo XVII, cuando la corte de Luis XIV estableció las normas europeas de la elegancia, la artesanía y el exceso. El primer costurero reconocido y admirado fue el diseñador británico radicado en París, Charles Frederick Worth, quien se atribuyó la categoría de celebridad al firmar sus prendas como si se trataran de obras de arte. Los diseños de Worth, quien abrió su salón en el número 7 de la rue de la Paix de París, eran un derroche de sofisticación y detalles lujosos: vestidos en seda y tul bordados en oro, faldas con cascadas de volantes, aplicaciones de plumas y botones abigarrados de brillos.

Worth sabía que esa fastuosidad solo podía lograrla en París.

A comienzos del siglo XX en la capital francesa había un verdadero ejército de fournisseurs: los artesanos que trabajan en talleres externos a las casas de moda. En esta categoría hay bordadores, zapateros, sombrereros, orfebres y marroquineros. Durante medio siglo el reinado de estos obreros del lujo fue indiscutible, pero después comenzó a declinar. Si en 1900 había en todo el país más de 300 artesanos que trabajaban las plumas, cincuenta años después, solo quedaban cincuenta. Y actualmente, no superan los cinco. Si en los años 20 existían unos diez mil artesanos franceses que se especializaban en el bordado más exquisito, hoy no existen más de 200.

Legado histórico

Uno de los talleres más emblemáticos fue el del maestro del bordado Albert Michonet, quien trabajaba para Worth, Jacques Doucet y Jeanne Lanvin: tres de los creadores más reconocidos de esa época. El taller de Michonet fue comprado en 1924 por el matrimonio conformado por Albert Lesage, un bordador, y Marie-Louise Favot, una colorista textil. Ellos lo hicieron crecer y se convirtieron en proveedores de Vionnet y Elsa Schiaparelli. A mediados de los 40, su hijo François entró al negocio con un jugada muy audaz: se instaló en Sunset Boulevard para vender bordados...

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