La conversión de la secretaria de Mandela - 5 de Julio de 2014 - El Mercurio - Noticias - VLEX 518390482

La conversión de la secretaria de Mandela

"Después de un tiempo ya sabíamos lo que pasaba, porque sucedía muy a menudo", dice. "Él les decía: '¿Puedo hablarte en privado por un momento?', y yo saltaba y decía: 'No es necesario', y la persona se ofendía. Ellos pensaban que estaban siendo apartados para escuchar secretos de Estado. Pero, bueno, nadie quiere escuchar eso de Nelson Mandela; es muy vergonzoso".

Dicen que ningún hombre es un héroe para su ayudante, pero este no es el caso. La Grange y Mandela compartían una relación extraordinaria: él la eligió a sus 23 años para que trabajara para él y ella dio todo lo que tenía para retribuir ese honor, sirviéndole las 24 horas, desechando su oportunidad de tener una familia, ahuyentando a la conflictiva familia de él, actuando como rottweiler frente a la multitud de celebridades y prensa que se amontonaba en cualquier momento público, y siendo testigo de los pensamientos más íntimos del hombre privado. Pocas personas pasaron tanto tiempo con él o lo quisieron tanto.

En sus memorias, Good Morning, Mr Mandela, no muchos salen bien parados -incluidos Jeremy Clarkson, Robert Mugabe y las Spice Girls-, pero ella mantiene su profunda reverencia hacia el hombre al que llamaba "abuelo". La mejor palabra que puedo usar para describir a La Grange es discípula, pero ella también era -y aquí es donde la historia se convierte en una parábola universal- una afrikáner blanca.

Cuando tuvieron su primera reunión, ella era una racista e ignorante mecanógrafa en su oficina gubernamental; él, el primer Presidente negro que ocupaba el cargo. Él le habló en la lengua afrikáans que había aprendido para congraciarse con sus guardias en la prisión, y ella comenzó a temblar y a llorar. ¿Por qué?

"Culpa", dice enfáticamente en un hotel de Londres, con su acento afrikáans. "Él me tomó la mano, me estaba hablando en mi propio idioma con una voz amable, me sonrió. Yo había sido criada para temerle, él era el enemigo. Fue un conflicto por toda esa pena por él, porque mi gente fue la responsable de haberlo mandado a la cárcel".

Una de las principales razones por las que el libro ha causado tal sensación en Sudáfrica es la honestidad de La Grange sobre su racismo, una honestidad inspirada por Mandela. ¿Se siente culpable ahora? No, porque de él aprendió a aceptarse y a perdonarse. "Pocas personas son capaces de aceptar su propio racismo, pero debes admitirlo para reconocer el cambio en ti mismo. Si me hubieras preguntado a los 23 si yo era racista, lo habría negado...

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