De San Petersburgo a Frutillar - 18 de Marzo de 2016 - El Mercurio - Noticias - VLEX 631539346

De San Petersburgo a Frutillar

En el Teatro del Lago de Frutillar, hay un segundo auditorio que tiene forma de anfiteatro. Es mediodía allí, un sábado. Un público expectante se ha acomodado en las filas ascendientes de asientos. No cabe un alfiler. Hay mucha gente local, pero también otra que ha llegado no solo de Santiago, sino de Lima, Nueva York, Milán. Abajo, un piano, y por delante, a través de enormes ventanales, el majestuoso lago Llanquihue. ¿Habrá en el mundo otro auditorio con vista tan extraordinaria?

Llega la pianista, Myra Hyang, y la acompaña Dmitry Grigoriev, un bajo. Los dos son muy jóvenes. Grigoriev es de Nizhny Novgorod, y pronto cantará una canción dedicada a su ciudad, una de 14 piezas rusas en lo que será un notable recital lírico. Un recital pródigo en instantes inolvidables en que la música interactúa con el paisaje. Como cuando Grigoriev canta una canción que hizo Glinka de un poema de Pushkin. "Recuerdo el instante maravilloso/en que apareciste tú", empieza, y mientras Grigoriev lo canta, con voz magnífica, aparece, delante de nosotros, un velero que ha salido a pasear y que tranquilo aprovecha el luminoso día de sol.

Este recital fue uno de los regalos que el Teatro del Lago ofreció a quienes compramos entradas para oír a la Orquesta Mariinsky de San Petersburgo en Frutillar el fin de semana pasado. Esta gran orquesta, dirigida desde 1988 por Valery Gergiev, estuvo en residencia allí por tres días, en lo que fue un verdadero Festival Mariinsky. Aparte de ofrecer dos conciertos para el público, hubo dos conciertos educativos -gratuitos- para los 1.800 niños que hay en la ciudad. Era conmovedor ver a estos niños, sentados en un riguroso silencio que rara vez se observa en públicos adultos, mientras les explicaban la función de cada instrumento en "Pedrito y el lobo", el poema sinfónico de Prokofiev. Conmovedor verlos después absolutamente concentrados mientras Gergiev dirigía la obra entera. Oían cómo el lobo (a través de los amenazantes cornos) perseguía al pajarito (la flauta) y se comía vivo al pato (el oboe).

Para los adultos, había sorpresas...

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