Samaná El otro lado del Caribe - 24 de Agosto de 2014 - El Mercurio - Noticias - VLEX 525251654

Samaná El otro lado del Caribe

Llego a esta península que suma varias reseñas en medios internacionales como el New York Times, donde fue rankeada entre los mejores destinos hace poco. Esa popularidad en alza ha transformado un tanto la fisonomía de la ciudad. Samaná poco a poco se aleja de la ruralidad que abunda en las comunidades agrícolas de los frondosos valles que la rodean, y pareciera que el mundo la empuja hacia la modernidad: hace un año se inauguró una nueva carretera que reduce en dos horas el viaje desde Santo Domingo, la capital dominicana, que antes se encontraba al doble de distancia; en 2006, además, comenzó a funcionar su primer aeropuerto internacional, El Catey, y con ello apareció la aerolínea Jet Blue con vuelos directos desde Estados Unidos; y al mismo tiempo, se registraba la creciente oferta de nuevos hoteles con perfil propio como Balcones del Atlántico, Rock Resort y Casa Topicalia.

Veo algunos de estos resorts mientras camino por el centro de Samaná, en plena hora peak de la mañana. Desde este punto, la ciudad parece un gran coliseo: una zona urbana cercada por montañas que no se desvanecen sino hasta chocar con la costa. Hacia donde sea que uno mire hay árboles cocoteros brotando en el paisaje (este es el sitio con más árboles de este tipo en el mundo, dicen las guías locales), hundiendo sus raíces en la orilla del mar o en el patio de modestas casas hechas con tablas de palma, donde vive buena parte de los 51 mil habitantes que tiene Samaná. De vez en cuando se siente el cotorreo de aves con pinta de papagayos que cruzan fugazmente el cielo. Al llegar a la plaza central, alcanzo a oír también el ritmo de bachata, merengue y salsa que suenan en la radio de una camioneta estacionada junto al mercado público.

A pesar del reciente desarrollo en la infraestructura de Samaná, este lugar aún conserva el espíritu de pueblo. En sus calles perfectamente pavimentadas nadie apura el paso, y el lugar de mayor agitación a esta hora es precisamente el mercado, hasta donde los agricultores de la zona llegan a vender sus frutas y verduras. Me acerco al mercado atraída por su bullicio en torno a la carga y descarga de productos. Los gritos de sus trabajadores se sienten hasta en las calles aledañas, y en el entorno se ve un flujo continuo de mototaxistas y camionetas que van y vienen con cargamentos enormes de tomates y frutos tropicales.

Camino por el mercado admirando el colorido y sobre todo el tamaño de sus productos. Por el gran galpón central y por la...

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