Salir de Siria - 17 de Marzo de 2015 - El Mercurio - Noticias - VLEX 561330506

Salir de Siria

No hay más.

Hala Tarzikhan, de 41 años, está sentada en el sofá de este departamento, limpio y luminoso, del piso 13 de un edificio de Las Condes, donde hace nueve meses pasa la mayor parte del día. Sola.

Se sienta, abre la tapa de su teléfono y muestra fotos. En la pequeña pantalla, hace desfilar imágenes de la ciudad de Aleppo, en Siria, antes y después del inicio de la guerra. Ahí está la Citadela, uno de los palacios fortificados más antiguos del mundo, hace cuatro años imponente, hoy reducido a escombros. Está el mercado central, vibrante de gente y, en otra foto, convertido en ruina.

-Cada día miro por Facebook fotos de mi ciudad -dice Hala, en inglés-. Mi mente está allá, mi corazón está allá. Pero yo estoy aquí.

Hala nació en Aleppo. En esa ciudad -conocida por su legado cultural, por ser la urbe más poblada de Siria, y que se ganó, en los últimos meses, el triste título de "segunda ciudad más destruida por la guerra" que enfrenta, desde marzo de 2011, a grupos rebeldes con el gobierno de Bashar Al-Assad- se casó y pasó la mayor parte de su vida. Antes del conflicto, era profesora de segundo básico; su marido, arquitecto, tenía un cargo importante en una empresa inmobiliaria.

-Allá teníamos nuestro propio departamento, dos autos nuevos, nuestros hijos (hoy de 14, 12 y 6 años) en los mejores colegios y planeábamos mandarlos a estudiar a buenas universidades más adelante. Se suponía que había llegado el momento para nosotros de disfrutar de lo que habíamos logrado construir. Pero la vida nos aplastó.

Hala sirve café turco y galletitas.

-Hemos tenido que empezar desde cero, en un lugar muy lejano a nuestro país -sigue-. Aquí no conocemos el idioma, no podemos hablar, casi no podemos leer ni escribir, a pesar de tener educación. Aquí no somos nada.

***

Según cifras del Departamento de Extranjería y Migración del Ministerio del Interior, a fines de 2013 residían en Chile 445 sirios y, durante 2014, seis personas originarias de ese país solicitaron refugio.

No existen más cifras oficiales que esas, pero según cuenta el padre Georges Abed, también originario de Aleppo, arcipreste y vicario general de la Arquidiócesis Ortodoxa en Chile, son cerca de 90 sus compatriotas que inmigraron en el último año como resultado de la intensificación de un conflicto, que ya ha provocado el desplazamiento de más de tres millones de personas fuera de su país. Llegaron a Chile, explica, porque tienen algún pariente -algunas veces muy lejano- que se estableció aquí en olas migratorias anteriores y que les extendió la invitación necesaria para obtener una visa para viajar. Allá habían escuchado que Chile es un país tranquilo y que tiene una comunidad árabe importante.

-La mayoría de los que llegan son profesionales, por eso no piden el estatus de refugiado, y el problema que enfrentan es cómo lograr que sus títulos sean reconocidos para poder trabajar. Hay ingenieros, médicos, dentistas -dice el padre Abed-. Ellos no quieren limosna. Quieren hacer su aporte, sentirse útiles para ellos mismos y para el resto.

La mayoría de los que han inmigrado son cristianos, que se caracterizan por ser minoría en su país y pertenecer a grupos socioeconómicos con más educación e ingresos más altos que el resto.

-Antes de la guerra, la mayoría de los cristianos de Siria...

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