La ruta termal del Altiplano - 4 de Octubre de 2015 - El Mercurio - Noticias - VLEX 583757234

La ruta termal del Altiplano

Sin embargo, en el cerro Unita, 15 kilómetros hacia la cordillera desde Huara, el geoglifo del Gigante de Atacama se mantiene limpio y claro ante estas columnas de arena. "Los indígenas que rasparon estos cerros para dibujar los geoglifos estudiaron las laderas que estaban protegidas del viento, de manera que las tormentas de arena no cubrieran los dibujos", explica Jaime Droguett, uno de las personas que mejor conoce esta zona de Chile y quien maneja hace años la principal empresa turística de la región (ver recuadro).

El Gigante de Atacama es la representación tiawanacota del dios "Tunupa" y la figura antropomorfa dibujada más grande del mundo. Hace muy poco estuvo en la noticia: a sus pies aparecieron rayados con nombres de personas. Si bien hoy las inscripciones están borradas, hay otros objetos que interfieren la vista hacia el sitio arqueológico. Se trata de una serie de faros con paneles solares junto al camino vehicular que rodea el cerro, pero ubicados tan lejos que ni siquiera alcanzan a iluminar los geoglifos en la oscuridad. Además, hay un muro de cemento en construcción -medida que tomó el Ministerio de Bienes Nacionales para proteger a los geoglifos de futuros rayados- y un mirador que más bien parece una faena minera abandonada.

El Gigante de Atacama es la puerta de entrada a este circuito termal en la puna andina, y de alguna forma marca la tónica de un escenario que se repite en el resto de los pueblos y termas que visitaremos. Paisajes con un fascinante patrimonio natural y arqueológico, pero que en muchos casos peligran ya sea por descuidos ambientales o simple abandono.

La aclimatación

La aldea de Chusmiza está ubicada en lo alto de la quebrada de Tarapacá, a 3.100 metros sobre el nivel del mar y a 40 minutos desde el cerro Unita, lo que la hace un punto apropiado para un primer día de aclimatación antes de proseguir al altiplano. Allí se encuentran unos baños termales que maneja la comunidad aimara de Chusmiza, y los restos de un pucará en el cerro vecino que data de entre los años 900 y 1400 d.C.

El sendero hacia el pucará está apenas marcado, y conduce a una serie de construcciones de pircas de piedra semiderrumbadas, donde hay que tener cuidado con no sentarse sobre alguno de los petroglifos de las rocas, que representan llamas, formas circulares y otras figuras antropomorfas.

Cerca de allí, las terrazas prominentes de la quebrada de Chusmiza y Usmagama se llenan de sombras con la luz oblicua del atardecer. Entonces, se ven con nitidez las decenas de canales de regadío y las terrazas de cultivo desiertas. Allí, explica Antonio Mamani...

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