La ruta de la mejor cachaza - 7 de Septiembre de 2014 - El Mercurio - Noticias - VLEX 527059334

La ruta de la mejor cachaza

Voy con Priscila Xavier, directora del Museo de la Cachaza en esta ciudad de aproximadamente 50 mil personas ubicada en el noreste del estado de Minas Gerais y que apenas alcanzo a mirar. "Lo mejor de esta ciudad está precisamente fuera de ella", dice Priscila, 40 años, encargada de que el museo se convierta en un eje de transformación para Salinas: que canalice su incipiente fama como "capital" de la cachaza, el popular licor que tiene justamente en esta zona a sus exponentes más sofisticados.

Priscila tiene razón. Al menos en este momento, las claves para saber más sobre el destilado no están en la ciudad (paradójicamente, Salinas ni siquiera tiene buenos bares que practiquen coctelería) ni en su museo (que ahora está cerrado por reparaciones), sino en las haciendas más alejadas, donde los productores artesanales han levantado a Salinas como una especie de sello de calidad a punta de seguir recetas tradicionales, centenarias, que han maravillado con sus elegantes cachazas.

Salinas es algo así como una versión deshidratada de la Toscana: esta región acaba de recibir del gobierno de Brasil la "denominación de origen" para sus productos: el sello que destaca la personalidad propia y la calidad de las etiquetas de cachaza producidas en estas tierras.

Esa es la palabra clave en todo este asunto: "tierras".

Cuando el sol de la mañana se deshace de la neblina y cae sobre el auto como un rayo de fuego, Priscila dice lo obvio. "Aquí hace mucho calor; ni te lo imaginas. Como no tenemos muchos árboles, tampoco hay dónde refugiarse. Es por el suelo. En este suelo no crece nada", dice y luego limpia las huellas que ese calor acumula en su frente.

Más allá de las ventanas del auto, el paisaje le da la razón. Dejamos atrás las casas disecadas del centro de Salinas, que rara vez superan el primer piso de altura y se amontonan en pasajes sin sombra, para adentrarnos por caminos de tierra roja, donde a veces se ve un par de troncos secos. El calor a ratos es tan intenso que en las calles -se entiende- la gente desaparece, y uno puede imaginar que Salinas es un pueblo fantasma que se seca perpetuamente bajo el sol.

Todo seco. Seco.

Con temperaturas que pueden llegar a los 40 grados, y una máxima promedio de 33 grados todo el año, todo siempre está seco. Excepto por las cañas de azúcar. Excepto por las benditas cañas de azúcar y su cachaza.

Es fácil saber cuándo se está cerca de una hacienda que produce cachaza: en medio de los territorios intensamente áridos de Salinas, de repente aparecen hectáreas y hectáreas de campos verdes, como si toda el agua de la zona se concentrara en regar solo esos brotes.

"La tierra de Salinas es distinta de la de otras regiones. Estamos en uno de los climas más desérticos de Brasil y nuestro suelo tiene muchos minerales: es muy salado. Por eso el nombre de la ciudad. Pero la caña java sí se adaptó hace siglos a esta zona y la sal de nuestra tierra ha producido una variedad ideal para la cachaza", explica Priscila.

Mientras maneja, el auto da botes a causa de las...

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