Rodelinda de Haendel: Uno de los mayores logros de las últimas temporadas - 27 de Agosto de 2019 - El Mercurio - Noticias - VLEX 809816717

Rodelinda de Haendel: Uno de los mayores logros de las últimas temporadas

Ningún gustador de la ópera debe dejar de asistir a esta "Rodelinda". Es la segunda ópera barroca incluida en una temporada oficial del Teatro Municipal en 162 años y la primera en la sala de Agustinas -"Alcina" (1735) fue montada en el Teatro de Carabineros, por la restauración posterremoto de 2010-. Adicional a eso, es excelente el resultado de esta producción de Jean Bellorini - régie , con Matthieu Coblentz, escenografía con Véronique Chazal, e iluminación con Luc Muscillo- y vestuario de Macha Makaïeff, creada para Lille en octubre pasado, en coproducción con el Teatro de Caën, donde se presentó al mes siguiente.En "Rodelinda"(1725), como en la ópera barroca en general, el realismo no es importante, incluso se considera banal y vulgar, y prevalece una visión ideal de los sentimientos humanos y de la naturaleza. Sus convenciones no son las de épocas posteriores. Por ejemplo, tras un aria, el cantante del barroco abandona temporalmente el escenario, para retornar luego a expresar otro affetto o situación, lo que entraba la fluidez dramática de la acción para ojos del espectador del siglo XXI. Esta sobresaliente producción es tanto más meritoria, en cuanto entrega una acción continua y ágil, con una estética interesantísima, ecléctica y moderna, y sin intervenir la ópera en lo esencial, cuidando el apego al libreto. Bellorini abandona todo marco escenográfico fijo, presentando, en cambio, cambiantes imágenes escénicas mediante el constante desplazamiento de elementos visuales y escenográficos, estos últimos trasladados en fajas móviles sobre dos rieles paralelos al foso. A la riqueza visual resultante se añade que los personajes -movidos muchas veces a la par de la escenografía- pueden dejar atrás la rígida mecánica de entradas y salidas de escena, característica del barroco. La iluminación, verdaderamente extraordinaria, no se limita a acompañar, para transformarse en un factor protagónico: trabajada con admirable cuidado, por sí misma crea nuevos escenarios y enfoques. Un marco de tubos de luz baja continuamente al centro del escenario para resaltar la acción y concentrar la atención en lo importante. El vestuario -quizá con la excepción de Eduige- es funcional en este contexto y hace algunos guiños al barroco, aunque ciertamente no pretende una reconstrucción histórica del siglo XVIII temprano ni, menos aún, del siglo VII lombardo.Bellorini opta por una idea ingeniosa, que justifica (casi) todo cuanto nos muestra: sitúa a Flavio, hijo...

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