Robert Oppenheimer: la bomba atómica como tragedia personal y encrucijada ética - 23 de Abril de 2023 - El Mercurio - Noticias - VLEX 929402048

Robert Oppenheimer: la bomba atómica como tragedia personal y encrucijada ética

La melancolía, las crisis existenciales, la depresión casi se lo llevan; estaba en sus primeros veinte; tras graduarse en Química en Harvard, se había trasladado a Cambridge, Inglaterra, para doctorarse en Física; había sido un niño y joven prodigio, siempre primero en los estudios, también de pocos amigos y nulos amores, mimado y sobreprotegido por sus padres; el caldo anímico hirvió y estalló en Europa, más de una vez lo encontraron en su cuarto, tirado en el suelo, rodando de allá para acá; tuvo arrebatos violentos y hasta quiso envenenar a su profesor guía; los psiquiatras, psicoanalistas, no lograron nada, entre otras cosas, porque el paciente sabía más que ellos.J. Robert Oppenheimer (1904-1967), además de sus intereses científicos, que lo llevarían a ser uno de los físicos nucleares más connotados del siglo XX, siempre fue un gran lector de literatura, historia y filosofía, también escribía poesía. Y de algún modo fue ese lado, el humanista, el que salvó al científico: en 1926, en plena crisis mental y existencial, hizo un viaje a Córcega con algunos amigos, y allí algo pasó; él, jugando al misterio, nunca lo aclaró y solo dijo que había sido un "amor", algo más que una "mera aventura amorosa".En realidad, parece que no ocurrió nada, salvo que leyó "En busca del tiempo perdido", de Marcel Proust. "Tal como le dijo más tarde a su amigo de Berkeley Haakon Chevalier, leerlo por las noches a la luz de la linterna durante su andadura por Córcega fue una de las experiencias más significativas de su vida", escriben Kai Bird y Martin J. Sherwin en "Prometeo americano" (Debate), la biografía, ya en Chile, sobre el hombre que lideró el Proyecto Manhattan, la investigación que llevó al desarrollo de las primeras armas nucleares, esas que fueron arrojadas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki el 6 y 9 de agosto de 1945, que asesinaron a más de 200 mil personas en el momento (además de 400 mil en las décadas siguientes por problemas de salud) y pusieron fin a la Segunda Guerra Mundial.En 1926 eso era el futuro; hace casi un siglo, el joven Oppenheimer leía a Proust y lograba un anclaje que luego lo transformaría en unos de los más eminentes científicos en, tal vez, el ámbito más revolucionario del conocimiento en la primera mitad del siglo XX y probablemente todavía: la física y en particular la mecánica cuántica.En 1936, diez años después de haber leído "En busca del tiempo perdido", Oppenheimer podía citar de memoria un pasaje del primer volumen que habla sobre la crueldad; un pasaje que, parece, le hizo entender al joven genial y altanero, el problema con sus relaciones sociales: "Tal vez", le recitó a su amigo Chevalier, "si hubiese sabido discernir en sí misma, como en todo el mundo, esa indiferencia a los sufrimientos que causamos y que, sean cuales fueren sus otras denominaciones, es la forma terrible y permanente de la crueldad, no habría pensado que el mal fuera un estado tan poco común, tan extraordinario, tan exótico y que procurara tanto descanso a quienes emigraban de él"."Sangre en las manos"Kai Bird y Martin J. Sherwin (quien murió en 2021) dedicaron 25 años de trabajo para publicar su biografía sobre Oppenheimer. También se puede poner así: entregaron un cuarto de siglo, una parte no menor de sus vidas, a investigar y escribir la vida de otra persona. ¿Por qué?"Se llama 'enfermedad del biógrafo', una enfermedad que aqueja a muchos biógrafos cuando comienzan a investigar sobre otra vida y luego no encuentran ninguna excusa para detenerse y comenzar a escribir", responde Bird. "De hecho, encuentran todas las excusas para continuar la investigación. Siempre hay un archivo más que visitar, una entrevista más que hacer. Pero en realidad, yo solo pasé cinco años en Oppenheimer; fue mi coautor, Martin J. Sherwin, quien inició el proyecto en 1980. Tuvo un caso grave de 'enfermedad del biógrafo' y finalmente, en 2000, me pidió que me uniera a él. Todavía nos tomó otros cinco años terminar la investigación y la escritura. Marty hizo un trabajo fantástico acumulando unas 50.000 páginas de material de archivo y entrevistando a más de cien personas que habían conocido a Oppenheimer. Era un hombre encantador, un académico serio con un buen sentido del humor. Me dijo en 2000 que si no me unía a él como coautor, su lápida diría: '!Se lo llevó¡'. Pero, en serio, ambos descubrimos a Oppenheimer como un hombre infinitamente fascinante y muy complicado".-Más de una vez en el libro se refieren a Oppenheimer como un misterio o enigma. ¿Siente que lograron descifrarlo?"Bueno, pasamos muchos años tratando de entender a Oppenheimer, y aunque como biógrafos logramos elaborar una narrativa profunda de su vida, bueno, ninguna vida humana puede contarse por completo. Sigue siendo un enigma en muchos sentidos. Era un intelectual sensible, un gran intelecto, pero como hombre, así como podía ser dulce y gentil con sus estudiantes o con la gente común, también podía ser terriblemente grosero y desdeñoso con las personas con autoridad o con los hombres que afirmaban tener posiciones de poder y conocimiento".-¿En qué momento y por qué una persona preocupada y ocupada desde joven por la justicia y el bienestar social acepta liderar un proyecto que, como sabía...

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