Bárbara Riveros mejor triatleta chilena sin límites
En una competencia donde la distancia se mide en centésimas de segundos cada instante hace la diferencia. Los dos minutos que se demoró en desatrancar los cambios, ajustar la cadena de su bicicleta que se había soltado con el golpe de la caída y retomar la carrera fueron devastadores. Ese día, el 30 de agosto pasado, ella, la mejor triatleta de la historia de Chile, en esos pocos segundos pasó de ser una de las que llevaban la delantera al lugar n°25 de la carrera. Un resultado que desentonó con los que había conseguido las semanas anteriores, cuando ganó el Gran Prix d'Embrun en Francia y figuró entre las 10 primeras en las anteriores Series Mundiales del Triatlón, en ciudades como Auckland y Hamburgo. A dos semanas de esa caída, Bárbara no suena afligida.
-Siempre me he parado bastante optimista frente a la adversidad. Me gustan los retos. Hacen crecer mi espíritu. Ponen a prueba mis miedos y la humildad con la cual los enfrento. Sabía que tenía que sacar puntos olímpicos y eso me hizo, de cierta forma, quitar los pensamientos negativos y poder concentrarme para disputar con las mejores herramientas que tenía en ese momento -dice.
En el ranking mundial, Bárbara está hoy en la posición 23, lejos de la que consiguió en 2010 y 2011 cuando fue, en dos momentos distintos, la mejor del mundo. Pero ella quiere más: ser medallista en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro de 2016. Para eso se está preparando desde mayo, tratando de juntar un máximo de puntos olímpicos en competencias como la de Canadá.
-Siempre tienes que tener en mente lo que te maneja a seguir en esto, a seguir teniendo obstáculos, agachando la cabeza y trabajando duro. Tienes que tener claro tu objetivo y por qué haces deporte. Hay gente que lo hace por dinero, por fama -dice.
Bárbara lo hace para superarse una y otra vez.
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Desde niña, Bárbara fue buena para correr. Su padre, Agustín Riveros, era atleta y le gustaba salir a trotar después del trabajo, por la avenida Larraín, en La Reina alta. Así se preparaba para las maratones. Sus hijos -Agustín, Bárbara y Gaspar- tenían nueve, seis y cuatro años, respectivamente, cuando empezaron a acompañarlo.
-Era la manera que tenía de compartir con ellos. Me esperaban listos para salir a correr o a andar en bicicleta. Se fueron entusiasmando y de a poco fui alargando distancias. Ahí me di cuenta de lo talentosa que era Bárbara -recuerda su padre.
De los tres niños, Bárbara era la única que no se quejaba. A los 8 años, Agustín Riveros la inscribió en carreras de mountain bike, pero su hija no tenía con quién competir. No había niñas de su edad que le hicieran el contrapeso. Y cuando la pusieron a competir con hombres, en atletismo, en bicicleta de montaña, siempre conseguía los primeros lugares.
-Bárbara tuvo mucha fuerza desde muy pequeña. Era inquieta, con mucha ilusión, fantasía interior. Era de jugársela mucho. Ese ahínco interno ha estado presente siempre en ella. Me acuerdo que cuando chica le conté los cuentos clásicos originales completos de los Hermanos Grimm. El hecho de estar viviendo en una atmósfera de cuentos, de tocar todos los días instrumentos porque se lo exigían en el colegio, hizo que desarrollara una actividad sana, y eso hizo aflorar en ella cosas trascendentes -dice su madre, María Eliana Díaz, química de formación, quien trabajó durante un tiempo en una farmacia antroposófica y dice estar hoy "volcada al estudio de la...
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