Un rincón belga en Viña del Mar - 8 de Diciembre de 2015 - El Mercurio - Noticias - VLEX 588883754

Un rincón belga en Viña del Mar

La descripción -publicada en la revista Wikén por la crítica gastronómica Soledad Martínez- corresponde a la del restaurante La Ciboulette, y el año, 1996. Casi veinte años después, las mismas palabras pueden aplicarse hoy para delinear las coordenadas de este, el que ha sido considerado por años uno de los mejores restaurantes de Viña del Mar.

Ubicado en la transitada avenida Uno Norte, al ingresar el ruido queda atrás y el tiempo parece detenerse. Un iluminado hall con dos mesas da paso a una sala oscura, con siete mesas más, paredes color piel, techo rojo oscuro y un bar de madera. Una radio con música en francés suena de fondo. Detrás del bar, una puerta, y detrás de ella la persona: Marie-Hélène Goffi.

Marie-Hélène es belga, tiene 65 años, es de baja estatura, lleva el pelo corto, bien cuidado y luce algunas sutiles canas que se mezclan con mechones de pelo claro. Usa anteojos y viste un delantal burdeo abotonado y sandalias cerradas con un estampado de flores. El punto exacto del suelo sobre el cual está parada pelando cebollas está gastado. La explicación es simple: probablemente lleve 20 años -los mismos que tiene el restaurante- pelando cebollas en ese mismo punto, con la misma mano izquierda, bajo la misma campana.

De los idiomas

a la cocina

Marie-Hélène llegó a Chile en 1981 con su marido Michel Griez y su único hijo Jean-Yves, de seis años. Distintas circunstancias los llevaron a abandonar Bélgica -la crisis del petróleo fue lo principal- y a buscar nuevas oportunidades en un nuevo país.

Ella, profesora de idiomas -en Bélgica hay tres oficiales: el francés, el holandés (neerlandés) y el alemán-, y él, veterinario, eligieron Chile por un conocido que tenían y porque desde su luna de miel, que pasaron en Perú, se habían quedado con ganas de conocerlo. Marie-Hélène trabajó como profesora en la Alianza Francesa y como traductora, y él en el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG). El tiempo pasó y ambos trabajos llegaron a su fin, por lo que en 1988 volvieron a Bélgica.

Marie-Hélène fue rápidamente contratada por un consorcio de empresas que iba a construir el Parlamento Europeo de Bruselas y Michel se integró al Ministerio de Salud. Ambos proyectos duraron cinco años, y en 1994 nuevamente se encontraron sin trabajo.

Fue ahí cuando decidieron dar un vuelco a sus vidas. Se trasladaron a Oostende, una ciudad costera, se olvidaron de sus profesiones e ingresaron a un curso intensivo de un año de cocina en una escuela de hotelería y gastronomía.

"Siempre nos gustó la comida, para nosotros la hora de la comida siempre era algo divertido. Y un día Jean-Yves nos preguntó que por qué no abríamos un restaurante", cuenta con voz pausada mientras pica cebollas.

Tras completar el programa, decidieron volver a Chile a hacer exactamente eso. Pero esta vez no en Santiago, donde no tuvieron suerte, sino en Viña del Mar, ciudad que les recordaba a Oostende por el mar, por su movimiento a lo largo del año y por tener ambas un reloj de flores.

Después de encontrar el lugar, se instalaron y echaron a andar el restaurante bajo el nombre La Ciboulette, "simplemente porque es la misma palabra en español y en francés", dice Marie-Hélène en un español con un leve tono afrancesado, que demuestra su facilidad con los idiomas.

El primer año fue difícil. "Partimos despacito, acostumbrándonos a los horarios chilenos". Pero ya al segundo año pasó lo que necesitaban para impulsar el local: la crítica gastronómica Soledad Martínez visitó La Ciboulette y los catapultó a la escena gastronómica gracias a...

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