Réquiem para la población Parinacota - 2 de Enero de 2016 - El Mercurio - Noticias - VLEX 590901518

Réquiem para la población Parinacota

En esa misma esquina, y hace solo cinco días, un carabinero recibió un disparo cuando realizaba un control de rutina. La noticia regresó el nombre de la población a las planas policiales. Cuando murió Isaac, la atención mediática recién comenzaba.

-Él era desordenado. Desde niño fue así. Varias personas me decían que lo entregara a su madre drogadicta, la misma que me lo vino a dejar cuando pequeño -dice Aída, con un tatuaje de Isaac sobre su pecho izquierdo.

Ella cree que pudo hacer algo más esa tarde. Pero Isaac estaba incontrolable. Luego de varios forcejeos, y envalentonado por una resaca de alcohol y clonazepam, el Choro Ké salió de su departamento apenas recibió la alerta: su primo Eduardo Castro, alias Juan Barsa, tenía preparado un ultimátum contra su ex banda, conocida como Los Chubis. La idea de Eduardo era ponerle fin definitivo a su relación con la banda, zanjando de paso el territorio que peleaba como novel microtraficante. Ese día, Isaac, que además estaba de cumpleaños, se convirtió en el primer muerto de la Parinacota en manos de Los Chubis.

-Bueno, es lo que le tocó nomás. Si uno anda en esto...

Las palabras de Gino Torres, de entonces 16 años, no sorprendieron a su madre cuando se enteró de la muerte de Isaac, del que solo eran conocidos.

-Él era así, frío para esas cosas. Debe ser porque sabía que a él también le podía pasar -dice Rosanna, rubia, polera negra, labios pintados, sentada en el living de su departamento de calle Chipana. Su voz es suave y apenas se deja oír, mezclada con el reggaetón que se cuela desde afuera. Gino, su hijo, fue el segundo muerto de la población, también en riña con Los Chubis.

Fue el 25 de febrero de este año, cuando Gino, Rayo McQueen, y con un acelerado prontuario por robos en casas, tiendas, robo de vehículos y cajeros, fue acribillado afuera de este mismo block por un miembro de Los Chubis. Un mural con su rostro lo recuerda, además de los vecinos. Varios de ellos recibían la ayuda de Gino, cada vez que conseguía un buen botín.

-En muchas cárceles de Chile se lloró la muerte de mi hijo -dice Rosanna-. Yo estuve varias veces detenida (por tráfico) y ellos (Gino y sus seis hermanos) crecieron prácticamente solos. Fue la ley del más fuerte. Su sueño era irse a Europa, a Milán, y trabajar allá para ayudar a sus hermanos.

Una mujer haitiana camina con dos cajas sobre su cabeza, esquivando un riachuelo de agua sucia en la esquina de Coposa. El alcantarillado de calle Chipana, tapado hace días, arroja olor a excremento y aguas servidas que escurren por varias calles de la población Parinacota, que comprende siete manzanas de blocks, calles que parecen laberintos y miles de departamentos, casi todos reforzados con rejas y varios de ellos con un perro pitbull en la puerta.

El de Vanessa Hinojosa, 27 años, rubia, alta y ojos achinados, no es la excepción.

-De acá se ve dónde le dispararon al Arnaldo -dice Vanessa, madre de dos hijos y funcionaria del Parque del Recuerdo, apuntando la esquina de Coposa con Collahuasi, donde ahora mismo un grafitero pinta el rostro de su pareja en la fachada del block donde murió.

Vestida con polera gris y shorts, Vanessa clava su mirada en el punto exacto donde a las 22:15 del 31 de octubre pasado, Arnaldo Céspedes recibió siete disparos en el cuello y tórax. Su muerte no pasó inadvertida: esa misma noche, un equipo de En su propia trampa, de Canal 13, se encontraba grabando un capítulo del programa al interior del departamento de María Vilches, la madre de la banda de Los Chubis, quienes recibirían la furia de familiares de Arnaldo, amigos y viejos rivales. Las razones del asesinato no están claras, pero Vanessa no teme en explicarlo: cada vez que podía, entreverado en una serie de amenazas de un lado a otro, Arnaldo se enfrentaba a balazos con Los Chubis. El único detenido por su muerte fue Óscar Herrera, el Perro Óscar, cercano de Los Chubis.

-El Arnaldo era un hombre trabajador. Querido por todos. Por eso la reacción fue tan grande. Había niños, abuelos tirando piedras y gente disparando -dice Vanessa, en la cocina, donde debe preparar un cocimiento para el grafitero que contrataron los amigos de Arnaldo-. Esa noche todos le perdieron el miedo a Los Chubis, después de todo el daño que hicieron.

La mañana siguiente fue visible el resultado de la...

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