Yo fui rehén en Siria - 8 de Noviembre de 2014 - El Mercurio - Noticias - VLEX 542858542

Yo fui rehén en Siria

"Sin duda", respondí. Yo lo conocía, porque me visitó en mi celda una vez, hace unos ocho meses más o menos, y me sermoneó sobre los crímenes de Occidente contra el islam. No obstante, yo lo conocía principalmente por su reputación. Como un alto comandante del Frente Nusra, la agrupación siria asociada a Al Qaeda, él controlaba el dinero del grupo y decidía cuáles edificios había que hacer volar y cuáles puestos de control había que atacar. Igualmente decidía qué prisioneros había que ejecutar y cuáles poner en libertad.

El comandante quería asegurarse de que yo supiera su nombre. Lo sabía, y se lo repetí: Abu Mariya al Qahtani. "Usted es nuestro Hombre Sabio", agregué, y utilicé el término -sheikhna- que sus soldados empleaban para referirse a él.

"Bien", expresó. "¿Usted sabe que el ISIS nos tiene rodeados?".

No lo sabía.

Se encogió de hombros. "No se preocupe. Ellos no me van a atrapar. Tampoco a usted. A cualquier parte que yo vaya, usted va conmigo. ¿Me entiende?". Asentí.

Me llevaron hasta un recinto residencial vecino a un yacimiento de petróleo, cerca del Éufrates. Durante el resto de la noche, observé alrededor de 200 soldados de infantería y unas 25 autoridades religiosas y otros hombres de la yihad afgana que se preparaban para su viaje.

Había bolsas de libras sirias que había que subir a los Toyota Hilux, cajas robadas de comida preparada que había que cargar en el camión, más las camas y maletas que había que acomodar al lado de ellas. Y también había armamento: morteros, cohetes, ametralladoras, bolsas llenas de granadas y balas, pilas de cinturones suicidas.

A las cuatro de la mañana, ya estaba todo embalado. Al alba, el comandante se dirigió hasta la cabeza de la columna de Hilux y disparó su arma al aire. Dentro de unos segundos habíamos partido, volábamos por la arena. Hay caminos en esta parte de Siria. No los utilizamos.

A estas alturas yo ya llevaba 20 meses como prisionero del Frente Nusra: las partidas abruptas, los cinturones suicidas, el comportamiento errático del Hombre Sabio, los convoys en el desierto, el modo en que me podrían matar a tiros o perdonar en cualquier momento; esto era mi mundo. Casi estaba acostumbrado.

No obstante, en octubre de 2012, cuando me secuestraron, yo solía sentarme en mi celda -una ex sala de consulta en el Hospital de Niños en Aleppo- en un estado de terror incesante. En esos primeros días, mis captores se reían mientras me golpeaban. A veces me botaban al piso, tomaban una pierna de mi pantalón o el cuello de mi chaqueta y me arrastraban por el corredor del hospital.

Debido a que no había baño en mi celda, tenía que golpear la pesada puerta de madera cuando necesitaba uno. A menudo, los guardias no aparecían en horas. Cuando lo hacían, golpeaban ellos mismos con violencia la puerta. "!Cállate, animal¡", decían.

La crueldad de mis captores me atemorizaba, pero mis momentos más penosos en esas primeras semanas se producían cuando pensaba en quién era el principal responsable de mi secuestro: yo mismo.

Yo creía que era experto en el mundo árabe. En 2004, cuando EE.UU. estaba en guerra con Irak, decidí embarcarme en un experimento privado. Me mudé de Vermont a Sana, la capital yemení, para estudiar árabe y el islam. Era bueno para los idiomas, tenía un doctorado en Literatura Comparada y muchos deseos de entender un mundo en el que Occidente a menudo parecía andar perdido. Empecé mis estudios en una mezquita del barrio, luego me matriculé en una escuela religiosa muy popular entre aquellos que sueñan con aquella versión de una "vuelta a...

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