El regreso del hombre nuevo - 23 de Agosto de 2013 - El Mercurio - Noticias - VLEX 456153958

El regreso del hombre nuevo

La concepción liberal de la sociedad parte de la premisa de que somos seres complejos, en los que conviven instintos nobles con -desafortunadamente- instintos egoístas. Desde luego, los instintos nobles no presentan problemas para el diseño de una sociedad en que todos podamos convivir. Los que sí los ocasionan son los egoístas, porque nos llevan a querer aprovecharnos de los demás, y para prevenir que esto ocurra con exceso, para evitar que algunos acaparen tanto poder que puedan abusar desmedidamente de otros, el liberalismo ha creado mecanismos cuyo fin es que ningún grupo humano ejerza poder en demasía. En política, estos han incluido el sometimiento del gobierno a elecciones periódicas, la separación de poderes, y una Constitución con algunos frenos temporales a la voluntad de la mayoría. En economía, el mecanismo clave ha sido la competencia. Cuando un proveedor está obligado a competir, va a fracasar si no ofrece un buen producto a buen precio.

Este modelo liberal, que nace de la imperfección humana, es en sí mismo imperfecto. Imposible que logre eliminar los abusos del todo. Por otro lado, no puede funcionar sin un Estado fuerte que imponga el imperio de la ley y que castigue los abusos cuando se den. Pero, ¿será correcta la premisa en que se basa? ¿Serán los seres humanos tan malos que necesitan ser obligados a competir? ¿Qué pasa si los liberales estamos equivocados? ¿Si en vez de nacer con instintos ya configurados, llegamos al mundo con mentes abiertas, maleables, de manera que, sometidos a una buena educación cívica, podamos convertirnos todos en ciudadanos ejemplares? ¿Si incluso nacemos buenos, como el buen salvaje de Rousseau, y si es solo la vil competencia, el miserable apego a la propiedad privada y al lucro, lo que nos malea? En ese caso, la democracia liberal sería el producto de una tragedia de errores, porque la competencia, en vez de ser el mecanismo que disminuye la maldad que un ser humano le puede propinar a otro, sería más bien su causa. En ese caso, no serían necesarios diferentes partidos políticos...

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