Redes de abastecimiento alimentario en Chile. El barrio como lugar resiliente en tiempos de Covid19. - Vol. 49 Núm. 148, Septiembre 2023 - EURE-Revista Latinoamericana de Estudios Urbanos Regionales - Libros y Revistas - VLEX 945361443

Redes de abastecimiento alimentario en Chile. El barrio como lugar resiliente en tiempos de Covid19.

AutorSaavedra, Gonzalo

Introducción

La crisis global desencadenada por la pandemia de Covid19 fue repentina, progresiva y de consecuencias imprevisibles. Repentina porque, más allá de las advertencias sobre los riesgos virales, ni los organismos internacionales, ni los gobiernos, ni las instituciones locales, estaban preparadas para afrontar su expansión. La anticipación de sus consecuencias ocurrió en tanto la memoria social del siglo XX nos situó en otras pandemias y sus consecuencias sanitarias y económicas. Tal vez la más publicitada fue la gripe española, que entre 1918 y 1920 mató a más de 40 millones de personas a nivel mundial. Para el escenario Covid19, a principios de 2020, los más pesimistas anticiparon una recesión mundial y, en un registro más moderado, una crisis profunda (Organización Internacional del Trabajo [OIT], 2020), incluyendo los riesgos de desabastecimiento alimentario en la región (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura & Comisión Económica para América Latina y el Caribe [FAO & CEPAL], 2020), pero en todos los casos de consecuencias inciertas, con varios puntos de retroceso del PIB per cápita, especialmente en los países en vías de desarrollo (Altamirano et al., 2020). El curso de los acontecimientos ha dejado entrever algunas de las dimensiones del problema no claras en primera instancia, como--por ejemplo--la desigualdad en el acceso a las vacunas (Vélez, 2021), la geopolítica subyacente en su trasfondo (respecto de los acuerdos comerciales con la industria farmacéutica) o las probabilidades de morir dependientes no solo de propensiones médicas, sino asociadas a factores de estratificación social y segregación espacial (Mena et al., 2021).

El escenario Covid19 presupone dos grandes crisis simultáneas: 1) Una de tipo sanitario, con millones de contagios semanales, sistemas de salud en el límite del colapso y con millones de muertos derivados de las complicaciones de la enfermedad; 2) Otra de tipo económico, con consecuencias políticas y sociales profundas. En este trabajo centramos nuestro análisis en la dimensión económica de la crisis; particularmente en sus aspectos alimentarios, bajo el supuesto de eventos críticos en cuanto al abastecimiento en los sectores más vulnerables de la población.

La investigación abarcó diversos tópicos, todos confluentes en las dinámicas familiares frente a la pandemia, en las dinámicas sociorganizacionales y en la economía del barrio en su conjunto. Esos son los ejes relacionales que estructuraron la investigación, a partir de los cuales formulamos las preguntas que articularon nuestra aproximación teórico-metodológica: ¿Cómo afecta y afectará la pandemia las economías barriales en sectores urbanos-populares en Chile? ¿Qué incidencia tiene y tendrá en el abastecimiento alimentario? ¿Cuál es el lugar de las familias en ese contexto de crisis? ¿Cuál es el lugar de las organizaciones sociales? ¿Cuál es el lugar del Estado? ¿Qué dinámicas o estrategias se podrán en marcha en las comunidades para asegurar este abastecimiento? ¿Cuál es el lugar de los sectores privados del comercio alimentario? Aunque no responderemos estas preguntas con el mismo nivel de profundidad, todas ellas orientaron y condicionaron el proceso investigativo. Conviene explicitar, a modo de supuesto, que el abastecimiento de alimentos en los sectores populares se tornó en la pandemia un objetivo fundamental, una prioridad y, por lo tanto, un forzante que favoreció el despliegue de estrategias centradas en ello.

El barrio como espacio económico y lugar de resiliencia

En esta investigación, el barrio emerge como lugar, espacio de la vida social y de la vida económica. En la idea de lugar estriba la complejidad de lo territorial; es decir, el espacio vivido (Ther, 2012) y socialmente compartido, además construido y significado (Aliste, 2010), tensionado por relaciones de poder (Bello, 2011; Raffestin, 1993); espacio donde se despliegan formas de vida, existencias cotidianas, biografías sociales, proyectos políticos, etc. Interaccionan aquí agentes estatales (como los municipios), de la actividad económica privada (comercios locales o barriales), algunas ong y universidades y, por supuesto, las organizaciones sociales, pero también las personas en otras dinámicas de lo social (como las redes familiares extensas). Así, el barrio mostraría el complejo entramado multiescalar que caracteriza a los territorios socialmente producidos a través de la interacción continua entre discursos top-down, prácticas cotidianas bottom-up y experiencias vividas (Antonsich, 2011) operando a diversas escalas, y dándose como resultado de la interacción entre fuerzas estructurales y prácticas humanas (Marston, 2000).

Acorde con lo anterior, sostendremos que la economía es un sistema socialmente organizado y orientado a la provisión del sustento (Polanyi, 2009), con énfasis en la localización (Sanz-Cañada & Muchnik, 2016; Torres-Salcido, 2013). En este marco, las redes--de intercambio y distribución--son visibles y estructuralmente decisivas, puesto que los alimentos fluyen en distintas escalas, adoptando la expresión de un hecho social total (Carrasco, 2007; Torres-Salcido, 2018) en el sentido planteado por Mauss (2003), como hecho constitutivo de la sociedad en el triple movimiento de dar, recibir y (obligadamente) devolver. Desde esta premisa, las redes alimentarias son potencialmente solidarias, pero sobre todo son redes de intercambio, reciprocidad y distribución.

Tiene sentido, entonces, remarcar el contraste y la complementación entre un enfoque de economía sustantiva y uno de economía solidaria, donde la primera presupone que los sistemas sociales, en cualquiera de sus escalas y expresiones, despliegan e instituyen variadas formas y estrategias de provisión para la vida material, entre ellas el sustento alimentario. La segunda, en tanto, comporta modelos donde principios como el cooperativismo, el mutualismo y la autogestión adquieren una dimensión central y protagónica, al fundarse en una ética solidaria y en una racionalidad especial (podríamos decir, reproductiva), ahora como componente identitario fundamental (Razeto, 2010), situándose dichos modelos en un espacio de respuesta alternativo al binomio Estado-mercado, al margen de su correlación estructural (Bastidas-Delgado & Richer, 2001). En la idea de economía social y solidaria tiene cabida una pluralidad de expresiones institucionales, todas adscritas a los valores llamados a consolidar los comportamientos sustentados en una individualidad orientada hacia el bien común. En otros términos, esta economía "supone la emergencia de múltiples sujetos y actores (...) atendiendo a principios orientadores más que a instituciones predeterminadas e idealizadas, consideradas generalizables a toda actividad humana" (Coraggio, 2009, p. 30).

A modo hipotético, anticipamos la configuración o la activación de redes resilientes orientadas a proveer alimentos a las familias. Bajo este prisma, entendemos que la resiliencia es una cualidad que personas o colectivos poseen o desarrollan para enfrentar favorablemente biografías o situaciones adversas, incluso revirtiendo un anticipado destino catastrófico (Masten & Reed, 2002). En este contexto, advertimos dos dinámicas coincidentes con el concepto de resiliencia: 1) La activación de redes locales preexistentes, que se adaptan a la crisis y que operan como sistemas de distribución de alimentos, de ayuda material o soporte moral a las familias más afectadas; 2) La articulación de nuevas redes o instancias de cooperación y solidaridad frente a la crisis.

Redes locales y sustento alimentario en pandemia

Nos situamos en tres escalas socioespaciales donde observamos la confluencia del entramado de redes localizadas: los hogares, las organizaciones sociales y el barrio propiamente tal. Entendemos el hogar como el espacio microsocial familiar, donde ocurre la vida económica en su expresión más elemental y desde donde se despliegan --y hacia donde confluyen--las dinámicas y las estrategias de abastecimiento y sustentación alimentaria. Las organizaciones sociales constituyen, en los sectores vulnerables, espacios de mediación--por ejemplo--entre la base social y el Estado, en los cuales se despliega en buena parte la política a nivel local. Particularmente importante son las juntas de vecinos y algunas asociaciones funcionales (como los clubes deportivos y aquellas vinculadas a Iglesias). Por último, situarnos en el barrio nos reporta la escala espacial desde donde definimos nuestra problemática, presuponiendo una condición territorial e identitaria, histórica y culturalmente aprehensible, cuestión decisiva en el marco analítico que proponemos.

Nuestros registros indican que en estas tres escalas se intersectan los flujos de la vida económica del barrio, a partir de múltiples vectores y agentes que directa e indirectamente condicionan la producción, el intercambio, la redistribución y el consumo. Advertimos aquí la concurrencia de: a) las familias; b) los locatarios o almacenes del barrio; c) la organización social y sus múltiples expresiones; d) las ferias libres; e) las cadenas mayoristas de venta de alimentos o supermercados; f) el Estado, a través de subsidios de alimentos. En este conjunto articulado de actores es posible constatar con nitidez y situar el despliegue de tres de los cuatro sectores de una matriz societal, típicamente latinoamericana (Bresser-Pereira & Cunill, 1999), donde la base social, el Estado y el mercado interaccionan como constituyentes del espacio relacional. El cuarto corresponde al tercer sector, en especial las ONG, relevante en tanto media la relación Estado/base social.

Como referencia de nuestra hipótesis recurrimos a investigaciones etnográficas previas en sectores rurales, donde constatamos que las redes de cooperación y los vínculos comunitarios son persistentes en situaciones adversas. Basándonos en el enfoque de los sistemas agroalimentarios localizados (SIAL)...

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