Radicales y chic
En una antigua casa esquina, Juana Díaz está preparando té. Sus planes cambian cuando Alicia Rodríguez estaciona su bicicleta y entra a la cocina rogando por un café. "Si todos quieren té, obvio que tomo té", se retracta con su característica voz etérea, al notar las bolsitas Andes Garden sobre la mesa. Juana saca una cafetera italiana y enciende otra mecha en la cocina. "No tengo ningún problema en hacer café sólo para ti, Ali", le sonríe.
Juana y Alicia son madre e hija. Quizás más madre e hija de lo que uno podría creer. Gracias a su ángel innato y a una actitud inexpresiva que haría vibrar a Sofia Coppola, Alicia (actriz, 23 años) se ha convertido en un ícono del Nuevo Cine Chileno ("Navidad", "Joven y Alocada", "Zoológico", "Gatos Viejos", "Vacaciones en familia", hoy en cartelera), llegando, no sin conflictos familiares de por medio, ahí donde cualquier chica de su edad soñaría: la alfombra roja de los festivales de Cannes y Sundance. Este año Alicia al fin debutó en la TV, robándose capítulo a capítulo la pantalla con su carismático y ambiguo rol de Vitalia, en "La Poseída".
Juana -cabeza de la marca JD, 46 años- es una de las diseñadoras de autor más seguidas en el circuito de la moda independiente santiaguina, impulsora del colectivo la Moda Lenta -que rescata los materiales nobles y hechos a mano en la confección de piezas únicas- y del proyecto Las Telas del Futuro, aclamado en ferias internacionales en Tokio y Nueva York. Hasta la Presidenta Michelle Bachelet tiene una prenda JD.
Por muchos años Alicia fue la hija única del primer matrimonio de Juana con Isidro Rodríguez, un destacado violinista respetado en el mundo de la pedagogía Waldorf. Hoy Juana se ha vuelto a emparejar, tiene un hijo (Darío, de casi cuatro años), a quien trajo al mundo por parto natural en la misma casa donde transcurre esta entrevista.
-Alicia tenía 19 cuando nació su hermano y estuvo conmigo en el trabajo de parto. Fue asistente de la matrona; muy emocionante todo. Yo también vi a mi mamá parir a la misma edad en que tuve a Darío, los 42.
El parecido entre madre e hija es sutil, más de aura que de facciones. Alicia es pálida, pelo largo claro y liso, ojos ensoñados, sonrisa a punta de enigmas. Juana, en cambio, tiene una piel acaramelada, pelo corto y ondulado, ojos verdes y muy alertas. En sus biografías se revela un mismo ADN: ambas han tenido adolescencias intensas y problemáticas, se fueron de sus casas maternas antes de cumplir los 20 y se la han jugado de manera radical y autosuficiente por sus carreras. Ambas, ya adultas, han aprendido a superar sus diferencias de crianza, y hoy día se respetan por lo que son, y no por lo que podrían ser.
-De mi mamá admiro su necesidad creativa y cómo defiende su identidad, su sello y su propuesta. Su contenido intelectual es impresionante -dice Alicia, ya animada por el café.
Desde el otro lado de la mesa, Juana agrega:
-Me fascina su fortaleza. El aguante y solidez para bancarse las situaciones difíciles de la vida y su capacidad de buscar refugio donde siente que pueden cuidar de ella.
Conflictos de familia
Para madre e hija la palabra "independencia" no es un slogan.
-La Alicia fue siempre muy independiente -recuerda Juana, con franqueza-. A los 9 me pidió que la cambiara de colegio, y lo hice. A los 15 quiso rodar una película (Navidad), y lo hizo. También quiso irse de la casa, pero no la dejé hasta que cumplió 19. Todas estas cosas me trajeron un costo a nivel personal.
-¿En qué sentido?
-Con su padre teníamos diferencias en nuestra manera de criar. Yo no soy impositiva, no creo en la supremacía de la autoridad adulta, les doy espacio a los niños para que puedan expresar qué sienten, qué quieren. Si ella no era feliz en su colegio (el Giordano Bruno...
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