Por quién voto y por qué - 5 de Octubre de 2014 - El Mercurio - Noticias - VLEX 537648598

Por quién voto y por qué

En una de las campañas más desconcertantes de los últimos tiempos, la maquinaria publicitaria y corrupta del PT y sus aliados echó a correr el rumor de que Aécio terminaría con los programas sociales (!en gran parte creados por su propio Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB)¡) y Marina Silva (la candidata socialista) sería la expresión de los intereses de los banqueros, teniendo a su disposición la independencia del Banco Central, la bomba atómica para devastar los intereses populares. Sin embargo, por más ridículas, falsas y básicas que son estas imágenes creadas (eran imágenes demasiado simplistas del régimen nazi y el estalinista para definir al "enemigo"), hicieron estragos en el campo rival.

La guerra de acusaciones fuera de lugar escondió todo el tiempo lo que la candidata a la reelección dejó claro en los últimos días: sus distorsiones ideológicas. Huyendo de los libretos de los expertos en márketing político, que la pintan como una risueña y bonachona madre de familia, y del Programa de Aceleración del Crecimiento de Brasil, la Presidenta ha reafirmado con arrogancia que todo lo que ella ha hecho está correcto; si algo iba mal era debido a las "pérdidas internacionales". Por otra parte, dijo con asombrosa convicción que es mejor dialogar con los degolladores de cabezas inocentes que hacerles la guerra, algo que solo los "bárbaros" occidentales piensan que es necesario.

¿Y qué es lo siguiente? ¿Socialismo? ¿Populismo? No: el capitalismo de Estado, bajo el control de un partido (o Jefe de Estado). Un gobierno regulador, soberbio ante la sociedad, escéptico del papel de la opinión pública ("no es función de la prensa investigar", otra joya dicha recientemente por Dilma), con un apetito por cooptar lo que sea necesario, desde empresarios "campeones nacionales" hasta partidos sedientos de un lugar en el corazón del gobierno. Algo así como lo expresa el antiguo lema del PRI mexicano: fuera del partido, no hay salvación; ni para las empresas, ni para los partidos, ni para los sindicatos, para nadie. Capitalismo de compinches, dicen los estadounidenses. El capitalismo de los compinches, debemos decir.

Y siempre con cierto aire de grandeza, heredado de su antecesor: ahora más que nunca. Para demostrar los éxitos, todo vale: hacer afirmaciones sin tener en cuenta el contexto, esquivar las cuentas públicas o incluso justificándose, diciendo que "!nunca nadie castigó a tantos corruptos como este gobierno¡". Como esas instituciones...

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