¿Quién mató a Marco Cuadra? - 5 de Julio de 2014 - El Mercurio - Noticias - VLEX 518389470

¿Quién mató a Marco Cuadra?

Marco Cuadra fue un niño no deseado. Su familia provenía del pueblo de Zúñiga, cerca de San Vicente, pero su mamá, ya con un hijo a cuestas, se vino a trabajar a Santiago como asesora del hogar. Estando ahí se enamoró del hijo del dueño de casa, por esos años, los 60, estudiante universitario. Quedó embarazada. La familia del padre prefirió invisibilizar al recién nacido. "Marco se crió en varias casas, de familiares, de conocidos, pasó por un internado, nunca estuvo en un lugar estable", dice Juan Carlos, su hermano mayor.

Su mamá se instaló en Santiago y tuvo un tercer hijo. Marco llegó hasta octavo básico, antes de ponerse a trabajar en la feria y como semanero: iba casa por casa ofreciendo muebles o espejos, y cobraba al final de la semana. Lo que realmente quería era ser astronauta; le fascinaban las estrellas. Recién a los 12 años pudo vivir con su mamá, que seguía trabajando puertas afuera. A los 20 Marco conoció a Mara Boy, una joven de 15. Sin aprobación de sus papás, huyeron al sur, a Zúñiga. Ella supo su historia: "Venía de una infancia muy dolorosa, carente de todo por culpa del papá, que nunca quiso saber de él. Le hizo mucha falta. Nadie nunca apostó nada por Marco. Pero él tenía dos opciones: hacerse delincuente o seguir la vida normal y tranquila, y él decidió por su vida tranquila con esposa".

Marco Cuadra se casó con Mara en 1988, en Estación Central. Ese mismo año nació su primer hijo; dos años después, el segundo. Su suegro era chofer de micro. Como un favor, lo metió en el negocio, conduciendo las antiguas micros amarillas. Norman Beninson, compañero de trabajo, compartió por años la misma máquina con él. "La 212. Yo hacía las mañanas y él las tardes; de lunes a sábado. A él le gustaba que le dijeran 'el Flaco Legal', porque decía que era siempre fiel a sus amigos".

Las jornadas en el antiguo sistema eran extenuantes. "Se competía por los pasajeros. Se peleaba con el chofer del lado. Los nervios eran mucho más tensos", dice su hermano. Marco Cuadra padeció de buena parte de las aflicciones de esos choferes: cambios de ánimo, estrés por hacer plata extra y abuso de sustancias prohibidas.

Pero, financieramente, el trabajo pagaba para vivir bien: ganaba según porcentaje de boletos. Podía hacer hasta 60 mil pesos al día. Aún así, cuenta Beninson, recibió con esperanza el anuncio del Transantiago. "Era lo que nos prometieron, que de ahí en adelante todo iba a ser mucho mejor".

Un cuarto para las seis de la mañana, dos conductores tomaban café en el casino. La mayoría de los recorridos que salen desde El Salto estaban a punto de partir. Distinguieron en el medio del patio a un hombre con una mano en alto. Ninguno conocía a Marco Cuadra. Uno le dijo al otro:

-Mira, te están saludando.

Marco Cuadra aterrizó en buses GranSantiago, una de las empresas del Transantiago, que tomó a 2.000 choferes del sistema anterior. A los tres días ya hubo problemas: les tocaba un pago quincenal y recibieron apenas 40 mil pesos. Se paralizaron por una jornada. Cuadra veía todo a la distancia. "Era un chofer normal, solo hacía su pega. No tenía ningún interés en las cosas sindicales", dice Beninson.

El terminal de Lo Echevers, por esa época, era zona de influencia de Luis Campos Salas, caudillo sindicalista, presidente de la Confederación Nacional de Trabajadores del Transporte y voz muy escuchada por los gobiernos en temas laborales. Ahí conoció a Cuadra: "No era muy hablador, no aglutinaba gente, pero era alto, más de un metro noventa, imponía respeto. Se transformó en mi especie de protector, casi como un guardaespaldas. Las reuniones con los choferes se ponen pesadas a veces, hay que tener a alguien así. Nos fuimos haciendo muy amigos".

A menos de tres años de su implementación, el desorden en el Transantiago seguía siendo total. Buses GranSantiago sería la primera empresa en caer: en marzo de 2011 entró en cesación de pagos, el paso inicial para la quiebra. Meses antes, Campos Salas ya manejaba la información y comenzó a mover a los trabajadores cercanos a lugares de más estabilidad. En ese flujo, Cuadra terminó en el terminal Colo Colo, en Quilicura, de donde saldrían los últimos recorridos en verse afectados por la quiebra. El chofer se sintió protegido.

En 2011, ya con un síndico a cargo, Cuadra se ausentó dos semanas del trabajo, sin avisar a la empresa ni a sus compañeros. Los últimos años había dado muestras de descontrol: en junio de 2008 fue detenido por conducir en estado de ebriedad en Quilicura; en septiembre de ese año, Carabineros llegó a su casa luego de una pelea a puños con su hijo mayor. Los bruscos cambios de ánimo se transformaron en un cuadro depresivo. Apareció en el SAPU de Maipú, colapsado. "De vuelta estaba despedido. Le conseguimos 21 días de licencia para justificar la ausencia, pero el síndico ya había decidido echarlo. Tuvo que pedir licencia, estaba muy mal anímicamente. Si en algún momento hubiera hecho algo serio contra su vida, yo diría que hubiese sido ahí", dice Campos.

Ya repuesto, Cuadra pudo volver a trabajar: sin decirle, Campos Salas lo había hecho delegado de la Confederación para cuidar su puesto. El fuero lo protegía del despido. Ya era un líder sindical.

No era un saludo: Marco Cuadra levantó la mano para llamar la atención. De más cerca se veía con claridad: tenía un bidón amarillo y se roció de pies a cabeza. En la cámara de seguridad se aprecia como Cuadra sube, antes de eso, a un bus, de donde salió con un overol. Con el...

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