¿Quién, yo? Las memorias de Leni Riefenstahl
De los hielos a las olimpíadas
Riefenstahl negó siempre conocer la verdadera naturaleza del Tercer Reich y del nazismo. En realidad, de creerle a sus memorias, ella no sabía mucho de lo que pasaba a su alrededor, con la ingenuidad política del artista sumido en su arte. Así, de entre 1918 y 1919 -cuando una revolución llevó a Alemania de una monarquía a una república y había perdido la Primera Guerra Mundial- dice: "Pero yo vivía esa nueva situación envuelta en una nube de ignorancia". En 1932, cuando conoció a Hitler: "Yo no podía formarme un juicio, porque políticamente era tan ignorante que ni siquiera me decían nada conceptos como 'derecha' o 'izquierda'". En 1944, cuando las bombas caían sobre Alemania, quería terminar a toda costa una película "mientras el mundo se derrumbaba a nuestro alrededor ". En 1945 cuando un interrogador estadounidense le pregunta si ha oído hablar del campo de concentración de Buchenwald, ella dice que no.
Entre 1923 y 1926, Riefenstahl fue una especie de prodigio del ballet, con un gran éxito en 1924, cuando tenía 17 años. Entre el público de una función estaba el geólogo Arnold Fanck, ya famoso como creador de películas alpinas. Ella fue la protagonista de "La montaña sagrada" (1926) y de varias películas, trabajando sin dobles, escalando montañas, sufriendo el frío polar y los riesgos. Ella misma dirige y protagoniza "La luz azul" (1932), con el papel de la virginal Junta, quien conoce el secreto de una gruta de cristal oculta entre las montañas.
La primera vez que ella vio hablar a Hitler quedó "paralizada": "Para mí fue como si la superficie de la tierra se extendiese ante mí en una semiesfera, que de pronto se escindió por la mitad y arrojó un gigantesco chorro de agua, tan enorme que tocó el cielo y sacudió la tierra". Le escribe una carta para conocerlo. Y él la recibe. Según Riefenstahl, ella distinguía entre las ideas políticas y la persona de Hitler. "Yo rechazaba por completo sus ideas racistas" y, de creerle a sus memorias, se lo hacía ver muy seguido. Como fuere, el Führer le encarga hacer "El triunfo de la voluntad", un documental del congreso nazi en diciembre de 1934.
Destacó por la innovación técnica y del lenguaje cinematográfico. Se rodeó de un equipo técnico amplio, de confianza, entre los que destacaban Sepp Allgeier y Walter Frentz. La preocupación de Hitler y ella era que pudiera ser monótono. La solución para evitar los bostezos se basaba en las perspectivas distintas y el dinamismo. La utilización de cámaras móviles (circular, en el caso del discurso de Hi-tler), el emplazamiento de cámaras en lugares inusitados. Así, en la secuencia de la zona solemne de reunión de los nazis, la Luitpoldarena, Riefenstahl coloca un pequeño ascensor en una de las astas de bandera desde el cual se obtenía una panorámica de todas las unidades de las SS y SA. Con "El triunfo de la voluntad" pretendía continuar los hallazgos de Abel Gance en "Napoleón" (1927), quien por primera vez usaba la cámara móvil.
Posteriormente, haría un documental, "Olympia" (1938), sobre los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936, donde también realiza novedades en cuanto al cine. Un ayudante sugirió una cámara bajo el agua. Se usó. Por otra parte, para obtener buenas tomas de los deportistas tenía que filmar contra un fondo tranquilo, con cámaras situadas lo más bajo posible. No pudo, lamentablemente, usar cámaras que se desplazaran sobre rieles, aunque lo habían pensado. Por otra parte, no es una película particularmente nazi. De hecho, Riefenstahl no deja de filmar largamente a Jesse Owens, entre otros atletas negros.
En 1938 viaja a Estados Unidos. Su objetivo era vender "Olympia" en Hollywood. Allí sólo la reciben Walt Disney y Henry Ford. Las demás personas que conocía le dan una gélida recepción.
Ya...
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