El punto ciego de la izquierda - 14 de Septiembre de 2014 - El Mercurio - Noticias - VLEX 527996994

El punto ciego de la izquierda

La cosa, sin embargo, puede ser más complicada: es otra muestra de que aún no termina ese 11 de septiembre de 1973, el día más largo de nuestra historia. Cada año, con la llegada de este aniversario, salen las almas en pena y se desata en nosotros toda suerte de recuerdos.

Uno no elige sus recuerdos. Le vienen a la mente de manera caprichosa, como me ha sucedido estos días con la figura del general Alberto Bachelet. Recuerdo el susto que me dio en 1972 un reportaje de la revista "Qué Pasa" sobre él y su función como jefe de las Juntas de Abastecimiento y Precios, las temidas JAP. Ellas tenían por misión decidir quiénes y cuánto iban a comer cuando el racionamiento de alimentos se hiciera más intenso, como suele suceder en los socialismos de carne y hueso. Incluso yo, un niño de 12 años, podía darme cuenta de que, si uno controla el estómago de la gente, muy pronto podrá disponer sobre su cerebro. Y el general Bachelet representaba entonces la encarnación de todos mis temores.

Han pasado muchos años y hoy Alberto Bachelet se nos presenta con un rostro muy distinto. Su doloroso final hace difícil que podamos reprocharle nada. Además, nada asegura que el Bachelet real haya correspondido al de mis miedos. Su hija Michelle es una figura amable, que no respira odio ni deseos de revancha.

Otro tanto sucede con Víctor Jara o Quilapayún. Ayer nos aterraban, hoy muchos los escuchamos con gusto.

¿Qué ha sucedido entre tanto? Que la izquierda chilena ha experimentado el más asombroso proceso de transformación política que conoce nuestra historia. Incluso las intervenciones más disparatadas de la Nueva Mayoría parecen episodios tomados de una melosa película de Disney al lado del entusiasmo de nuestra izquierda cuando aplaudía el mensaje que el Che Guevara le dirigió en 1967:

"El odio como factor de lucha, el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una eficaz, violenta, selectiva y fría máquina de matar. Nuestros soldados tienen que ser así: un pueblo sin odio no puede triunfar sobre un enemigo brutal".

Este cambio, fruto de experiencias dolorosísimas, habla bien de gran parte de nuestra izquierda, pero tiene un inconveniente psicológico que produce perturbaciones en la política nacional. La izquierda cambió tanto y...

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