¿Hasta dónde pueden mentir nuestras autoridades políticas? - 13 de Junio de 2015 - El Mercurio - Noticias - VLEX 573665346

¿Hasta dónde pueden mentir nuestras autoridades políticas?

Haciendo una estimación conservadora, ya hay cerca de un tercio de nuestros legisladores involucrados de diversas formas en financiamiento irregular de campañas o, directamente, en cohecho. Ello, sin considerar las nuevas investigaciones que se suman a Penta, SQM, Corpesca y Codelco. Diputados y senadores envueltos han dicho: "Los servicios se prestaron y hay informes que así lo prueban"; "en realidad son mis hijos los que prestaron las asesorías, no yo"; "el trabajo se hizo pero fue verbal"; "mis decisiones no se vieron afectadas por los dineros recibidos". ¿Mentiras?

¿Puede mentir un presidente, un ministro o un parlamentario en el ejercicio de sus funciones? ¿Se puede justificar la mentira de una autoridad política? En "El Príncipe", Maquiavelo avala el uso de la violencia, la crueldad y la mentira como instrumentos de la política, porque para él la virtud política no es hacer el bien sino que tener la capacidad de escoger cuándo aplicar la verdad y cuándo apelar a la mentira para obtener los objetivos perseguidos. Más tarde, el escritor Jonathan Swift en 1712, en su sátira "El Arte de la Mentira Política", argumentaba que la falsedad política no se improvisa. Se calcula, se cultiva, se refina y se administra. Es un arte sabio, útil y bello, y consiste en "hacer creer al pueblo falsedades con vista a un buen fin", el que no necesariamente coincide con el bien común. En uno de sus hilarantes pasajes, Swift señala que en el caso de aquellos que mientan demasiado, el partido lo castigará condenándolo a decir solo la verdad durante tres meses; esto le devolverá el derecho a mentir de nuevo con absoluta impunidad. ¿Cuántos de nuestras altas autoridades serían hoy capaces de cumplir con esta terapia? El propio Henry Kissinger, en diplomacia, argumentaba que las mentiras están justificadas, ya que el estadista, por su labor, debe estar sujeto a una moral más laxa que la del ciudadano corriente. Lo demostró en la práctica durante sus años en el gobierno de Nixon.

En la vereda opuesta, ya desde los siglos de la Ilustración, la mentira política ha sido condenada. Thomas Jefferson argumentaba que existe solo una ética, sin apellido, y que "los hombres de Estado no tienen derecho a una moral especial". El Gobierno debe conducirse por los mismos criterios éticos que cualquier ciudadano común. Incluso superiores, porque sus decisiones no son individuales sino que afectan al pueblo...

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