El pueblo de dos mujeres - 15 de Enero de 2023 - El Mercurio - Noticias - VLEX 918014615

El pueblo de dos mujeres

U n mantel verde con blondas en los bordes dio por clausurado el servicio de la vieja radio que Aleja Cayo (78) usaba hasta hace un tiempo. "No toca", dice.El día en que el aparato se echó a perder y no funcionó más, Aleja lo cubrió con esa tela, que tenía guardada, para evitar que se siguiera ensuciando con el polvo que el ventarrón empuja entre las pequeñas rendijas que deja la madera levemente descuadrada de las ventanas de su casa.Con la radio fuera de servicio, Aleja Cayo perdió la mitad de los artefactos que la comunican con el mundo. En la pieza del fondo hay un televisor que, dice, "no es tan bueno". El problema es la señal, que impide recibir nítidamente las imágenes.Sentada en su cama, rodeada de mantas, un gran cuadro de La Última Cena, la radio tapada con el mantel verde y una foto descolorida donde sale con su marido y los hijos, que crecieron y se fueron a las ciudades, Aleja se resigna con su tele.-Por el viento debe ser.Afuera, el chiflido es violento. El viento copó hace años -décadas, quizá- la vida de Amincha, pueblo fronterizo con un puñado de casas junto al volcán Aucanquilcha, cerca del límite entre Chile y Bolivia, a poco más de 200 kilómetros de Calama.La época de gloria de este lugar comenzó a principios de los años 20, cuando la veta de azufre de lo que hoy se conoce como comuna de Ollagüe causó interés en una industria que se iba deprimiendo con el declive de las salitreras.Amincha fue el campamento y sitio de trabajo, propiedad de la Sociedad Industrial Azufrera Minera Carrasco, donde se procesaba el azufre que sacaban del yacimiento Aucanquilcha. La mayoría de los obreros venía de Bolivia: trabajadores aclimatados a la zona, capaces de soportar una labor que, además de extenuante, se hacía en la que en su momento fue la mina más alta del mundo, a 5.580 metros sobre el nivel del mar.La migración laboral entre ambos lados de la frontera fue una costumbre sin muchos controles hasta 1974, cuando la dictadura militar emitió un decreto que autorizaba al intendente de Antofagasta a entregar permisos transitorios para un máximo de 50 trabajadores bolivianos entre noviembre y abril.Como sea, el negocio del azufre fue cayendo, junto con sus precios, hasta que los campamentos comenzaron a desaparecer. Amincha fue el último: cerró en 1992.Aquí vive Aleja Cayo. Junto a Felisa Yucra (79), su vecina unos 200 metros más allá. Las únicas habitantes del pueblo, cuidando las maquinarias inservibles por el óxido, los fierros...

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