El protagonista de la primera denuncia contra Karadima cuenta su historia - 19 de Febrero de 2011 - El Mercurio - Noticias - VLEX 251516162

El protagonista de la primera denuncia contra Karadima cuenta su historia

Habían pasado 30 años desde que Gómez se había alejado de la Iglesia El Bosque, y de la experiencia de ser uno de los primeros en atreverse a denunciar -sin éxito- lo que ahí pasaba.

Con una mezcla de ansiedad y alegría escuchó el año pasado a Hamilton, Cruz, Murillo y Battle en televisión contar su historia. "Al menos, se estaba haciendo público", dice hoy.

Por una inquietud espiritual, a los 17 años se acercó a la Iglesia El Bosque. Era el año 1979. Después de una charla, Karadima le hizo una seña y le pidió que se acercara. "Me preguntó quién era... 'Ah, eres sobrino de fulanito, nieto de no se quién', y me preguntó si iba a seguir yendo. Me pidió que a la reunión siguiente llegara antes para que conversáramos".

Cuando volvió a la semana siguiente, Karadima le planteó que fuera su secretario. "Era formar parte del último escalón de su círculo más cercano", explica. En este había unas 15 o 20 personas más. "Diez días después ya me pasaron llaves de la puerta de atrás".

-¿Qué impresión le dio el círculo de jóvenes que rodeaba a Karadima?

"Una parte de ellos eran seminaristas, otros laicos como yo, algunos un poco mayores. En el grupo había varios que hoy son obispos. Estaba Andrés Arteaga; Tomislav Koljatic, que es obispo de Linares; Horacio Valenzuela, hoy es obispo de Talca. Y Juan Barros, pero en un escalafón distinto. Era el segundo de Karadima en esa época".

- ¿Le parecía un ambiente normal?

"Éramos puros hombres. Era un ambiente aparentemente súper sano, había gente súper normal. Y te diría que hasta el final, el único raro era Karadima. El resto era gente común y corriente. Todos con algunos elementos en común: éramos todos de pelito claro, veníamos de buenos colegios...".

-¿Cómo trataban al padre? ¿Cómo lo llamaban?

"Había varios que se dejaban llevar por una onda que el mismo cura estimulaba. Le gustaba que lo adularan y que le dijeran "santo" o "santito". !Santo¡ Aparte de eso, empecé a darme cuenta que en estas reuniones, donde éramos varios, al momento de despedirse o al llegar, las formas de saludar no eran normales".

-¿Por qué?

"Porque los cariños de él no eran cariños de padre, ni tampoco de cura. Si te daba un beso no era en la mano o aquí (muestra la mejilla), sino por aquí (muestra la comisura de la boca). Y había que correrse, porque si no te plantaba un beso en la boca".

-¿Y estando todos presentes?

"Sí... sí. Cuando se despedía siempre se acercaba mucho. Empezaba a hablarte en secreto. 'Ya mijito cuídese, rece', y ahí...

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