La profecía autocumplida de Cristóbal - 27 de Marzo de 2021 - El Mercurio - Noticias - VLEX 863088224

La profecía autocumplida de Cristóbal

Lo primero que hay que decir es que lo llamaremos por su nombre: Cristóbal Cabrera. Lo segundo es que, para esta crónica, la historia comienza el 4 de noviembre de 2008, cuando el 4° Juzgado de Familia de Santiago derivó a Cristóbal para realizar un diagnóstico ambulatorio en el Programa de Intervención Especial (PIE), de Ñuñoa, que entonces estaba liderado por la ONG Opción. Ese mismo día cumplía 10 años.Por entonces, era uno de los niños más conocidos de Chile. Había salido profusamente en la prensa, cuando a fines de septiembre y comienzo de octubre de 2008, asaltó, junto a un grupo de amigos, la casa del empresario japonés Masakata Wada, en Las Condes, y la del académico Leonidas Montes. Desde ese momento fue presentado como una "promesa" del delito. De él se decía que se había iniciado realizando "hurtos menores" y que había llegado a las "grandes ligas" a corta edad. Así, tal cual, como si se tratara de la carrera de un futbolista exitoso. Y aunque quería serlo -era fanático de la Universidad de Chile y en algún momento participó en una escuela de fútbol-, Cristóbal había llegado hasta ahí sufriendo una serie de vulneraciones de derechos, entre ellos el acceso a la educación y negligencias en el cuidado parental, que habían convertido su vida en un triste récord: a sus 10 años tenía más de 15 detenciones.Supimos de todo esto porque su historia se convirtió en una especie de libro de no ficción por entregas, y ese 4 de noviembre de 2008 tocó leer en los diarios sobre su cumpleaños, que fue celebrado en la 18ª Comisaría de Ñuñoa. Cristóbal estaba "apadrinado" por los policías de ese destacamento, quienes le regalaron el equipo completo de la U y lo llevaron a ver un entrenamiento. Hay una foto emblemática de ese día: se le ve caminando por una calle de tierra, equipado con el regalo que le acababan de hacer, y una patrulla de Carabineros escoltándolo desde atrás. La imagen es de cuando Cristóbal volvía a su casa, al departamento de 60 metros cuadrados en la Villa Cousiño, en Peñalolén, donde vivía con su madre, que ya tenía 10 hijos.Al día siguiente, comenzó su primera intervención.Patricia Olmos, exdirectora del Programa Intervención Especializada (PIE) de Ñuñoa: "Cristóbal llegó a nuestro programa porque se juntaba con otros niños con los que se drogaba y después se iba a robar; entonces, el nivel de violencia que alcanzaba era alto. Lo primero que comenzamos a trabajar con él fue el vínculo. Hicimos harto trabajo de calle. Ibamos a su casa y a la cancha de fútbol, para que abriera sus experiencias de vida y confiara. Al final, era eso lo que estos niños tenían: no confiaban en nadie".Juan Carlos Pinto, exeducador del PIE de Ñuñoa: "Yo llegué a mediados de 2009 a la intervención. No solo trabajábamos con Cristóbal, sino que también con el grupo con el que se juntaba. Conocí sus casas, eran espacios muy pequeños, con frazadas de cortina, con padres alcohólicos y pastabaseros, que no tenían ninguna autoridad sobre ellos. Eran niños de 12 años que te hablaban de sus pololas como si fueran sus señoras. Robaban un auto, se iban a comer al McDonald's de Viña del Mar y luego se robaban otro para regresar".Patricia Olmos: "Cristóbal iba en el Colegio Tobalaba y ahí se vieron muy complicados. No lo querían los apoderados, los niños, ni los profesores. Entonces, obviamente no iba a querer estar ahí. Los educadores decían que el niño tenía una incorporación "mosaico", no sé de dónde sacaron ese término. Es decir, que para cumplir con el derecho al acceso a la educación, lo recibían, pero solo una hora, y había que ir a dejarlo y a buscarlo".Juan Carlos Pinto: "Nosotros nos turnábamos para acompañarlo a clases, pero duró muy poco. La mamá nos decía que no sabía qué hacer con él, y eso era verdad: ni con Cristóbal ni con los otros 10 hijos que tenía".Paula Cruzat, exsubdirectora de la Corporación de Educación de Peñalolén: "Recuerdo que este niñito llegó con su mamá, porque en la escuela le habían dicho que no podían tenerlo en clases. En ese minuto, ella entró a conversar con el equipo psicosocial y él se fue a mi oficina. Me decía que en el colegio se aburría mucho. Yo tenía una Blackberry nueva y me preguntó si podía jugar. En dos segundos sabía ocuparla. La verdad es que era brillante. Mi percepción es...

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