Proceso y muerte de un vendedor pirata - 3 de Diciembre de 2011 - El Mercurio - Noticias - VLEX 336155514

Proceso y muerte de un vendedor pirata

Recién cuando el porcentaje de saturación de carboxihemoglobina supera la mitad, en un adulto sano de 70 kilos, ocurre un síncope de riesgo vital.

El 8 de diciembre del 2010 era el día 27 de Bastián Camilo Arriagada Arriagada, 22 años, en la cárcel de San Miguel. Le quedaban, en el papel, otros 33 y no lo estaba pasando bien: convivía con reos peligrosos que lo habían insultado, amenazado y golpeado. Acorralado, se unió al grupo de internos evangélicos, a cambio de protección.

En su último mes de vida, su madre lo pudo ver cuatro veces, según consta en el libro de visitas. Le llevaba pan de molde y chocolates: Bastián desde chico calmaba los problemas comiendo. Ella no sabe si finalmente los regalos llegaban a su boca. En su última visita, el domingo antes del incendio, él le comentó que estaba asustado porque se veía una gran pelea en el horizonte: los presos querían ajusticiar a un violador de menores.

La siguiente vez que Marcela Arriagada vio a su hijo fue en el Servicio Médico Legal. En su autopsia consta que, a diferencia de muchos de los reos esa noche, no había ingerido alcohol. Tampoco drogas. Pesaba 110,5 kilos y medía 179 centímetros. Su cara es descrita ahí como redondeada. Sólo habían dos marcas del calor: el hollín pegado a la piel que se removía mientras los peritos lo daban vuelta de un lado a otro y una escoriación rojiza, lineal, costrosa en el lado izquierdo de su estomago.

El informe toxicológico enumera la tabla de daños que ocasiona la inhalación en monóxido de carbono: diez, veinte, treinta, cuarenta y cincuenta por ciento. Bastián estuvo a punto de salvarse; a punto de no ser el símbolo de la peor tragedia carcelaria de la historia del país, de la sobrepoblación de las cárceles; a punto de sobrevivir para esperar el diez de enero y darle un giro a la serie de minucias, tecnicismos, errores, coincidencias y descriterios que lo habían llevado ahí, a esa cárcel, ese mes, ese año.

La sangre de Bastián tenía un 52 por ciento.

El 28 de junio de 2008 Bastián fue detenido en la calle Eyzaguirre, en San Bernardo, por venta y porte ilegal de DVD, que almacenaba en una mochila. En el informe de Carabineros, en el espacio dónde se precisa quién es la víctima del delito, sale escrito NN. Por ser su primera vez se le suspendió el procedimiento, con tres condiciones: firmar cada seis meses, fijar un domicilio conocido y, durante un año, no volver a cometer el mismo delito. Tenía 19 años.

El 29 de agosto un patrullaje preventivo lo sorprendió vendiendo en calle Freire 670, con 700 películas pirateadas, esta vez con carátulas fotocopiadas. En un juicio simplificado recibió prisión en su grado mínimo: 41 días, con el beneficio de remisión de pena. O sea, sin internación efectiva. Se le ordenó que firmara todos los meses y no volviera a cometer el mismo delito.

El 10 de diciembre, en la esquina de Eyzaguirre y Covadonga, lo sorprendieron otra vez. Ese mismo día lo condenaron a 41 días, con el beneficio de reclusión nocturna en el centro de control preventivo de Buin. La cumplió.

El 14 de enero de 2009 el Juzgado de garantía de San Bernardo revocó la suspensión del primero de los procedimientos de Bastián. El 19 de febrero fue sentenciado a 61 días de prisión remitida. Su familia confirma que él no entendió ninguno de los fallos.

El 27 de enero de 2010 fue detenido en la calle O'Higgins, dirección poniente, por venta de 90 CD sobre un paño en la calle, en directa exhibición al público.

El 21 de marzo lo encontraron vendiendo en calle Errázuriz, frente a las Achiras, con 714 películas y discos de música. Al momento del operativo de la PDI, los estaba tratando de recoger, recolectándolos en un mantel rojo, su mochila y en las manos. Solía esquivar a la policía tirando basura en el camino.

El 10 de abril fue detenido por, según se lee en la sentencia, el delito de hurto simple, cometido en grado de desarrollo consumado, previsto y sancionado: había robado chocolates en un supermercado. En 24 minutos de audiencia fue condenado a 61 días, con el beneficio de remisión.

Nadie familiarizado con el proceso sabe por qué esa vez, ni ninguna de las anteriores, no se hizo efectiva la revocación de la causa inicial y la prisión efectiva que ordenaba. De haber sido así, para el 8 de diciembre, el día del incendio, hubiese tenido su pena cumplida, hubiese estado en libertad. Hay dos teorías: muchos jueces son reacios a enviar a la cárcel a imputados por delitos tan leves, por lo que prefieren mirar para el lado o, derechamente, por el gran volumen de causas y de papeleo, sólo ojean la última, sin revisar los fallos anteriores. La maquinaria judicial los consume.

El 8 de agosto fue detenido en un patrullaje preventivo en la feria libre de...

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