El portero de Kafka - 30 de Junio de 2019 - El Mercurio - Noticias - VLEX 796394921

El portero de Kafka

La situación de los cientos de venezolanos en Chacalluta y Colchane -esperan anhelantes se les deje ingresar a Chile- plantea problemas de variada índole.El más obvio es la flagrante inconsistencia entre la conducta del Presidente en su visita a Cúcuta (envuelto en fugaces sueños de protagonismo continental) y la que ahora mantiene frente a los venezolanos que anhelan entrar a Chile (impidiéndoles el paso con rigor reglamentario). ¿Cómo compatibilizar la generosidad entonces ofrecida con la mezquindad de ahora? La visita a Cúcuta para entregar -en medio de aspavientos y gestos de cuidado heroísmo- ayuda humanitaria no se condice con la que se mantiene ahora, más cercana a la de Trump que a la del Piñera envuelto en sueños de libertador.Pero -se dirá- el Presidente está obligado a hacer respetar el ordenamiento jurídico interno a la hora de la migración. Nada se sacaría -podría agregarse- con admitir migrantes indocumentados, carentes de identidad y condenados entonces a la informalidad. Es verdad; pero nada de eso impide que se les acoja como refugiados y, mientras se encuentren en esa condición, se verifique su situación documentaria y se decida si se les concede o no la permanencia. Las reglas internacionales -que forman parte del derecho vigente en Chile- consagran el principio de no devolución. En virtud de él ni se puede devolver a un migrante que aspira al refugio, ni prohibirle sin más el ingreso; pero parece evidente que esas reglas se están infringiendo en el caso de Chacalluta y Colchane.No hay, pues, en este caso una simple oposición entre un humanitarismo ingenuo (el que se ha reprochado al servicio jesuita de migrantes, por ejemplo) y una rigurosa razón burocrática, obligada a apegarse celosamente a las reglas (como la que declara ejercer la subsecretaría respectiva), sino una inconsistencia en la conducta sostenida por el propio gobierno. Los juristas suelen esgrimir algo que llaman "doctrina de los actos propios" para impedir que alguien contradiga el sentido objetivo de su conducta pasada a cuyo amparo los terceros se hicieron expectativas razonables. Pues bien, esa misma doctrina habría que recordarla al Gobierno: no es correcto comportarse de una cierta forma y, más tarde, traicionar las expectativas que ese comportamiento generó.Por supuesto sería absurdo pretender que basta que alguien llegue a la frontera para que deba concedérsele el ingreso. Algo así sería también erróneo. Los países tienen derecho a tener reglas...

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